Instantánea

Foto: Jerónimo Gonzalez

Enero

   Enero en Santiago del Estero. Dos de la tarde. La gente se encierra en su casa  a dormir la siesta. Todo está cerrado, todo. Los mercados, los puestos, los kioskos. TODO. Ni siquiera el garaje de acá al lado, de los dueños que viven atrás, está abierto. El calor no te permite otra cosa que encerrarte en algún lugar donde pasar el mediodía sea lo menos terrible posible. Ni los perros saben dónde esconderse.
   Enero en Santiago del Estero, es el desierto. Incluso parece que las plantas durmieran la siesta, muertas de calor. Las chivas se pelean por la poca sombra que queda en el monte, y las vacas se resignan a resistir el sol de las tres de la tarde.
   Enero en Santiago del Estero, es sinónimo de ciudad fantasma. No hay nada. No hay gente, no hay autos, no hay animales, nada. Pareciera que el sistema lucha por entrar en la cotidianidad con el “abierto 24 hs”, y los 45 grados de calor, se lo impiden.

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