8N: Crónica de un recorrido ciudadano
Por Mariano Pacheco.
Mucha gente y muy pocos bombos. Mucha agua mineral y mucha bandera argentina. Algunas pancartas y nada, pero nada de cerveza y vino. Los choris que se apilaban sin vender (aunque sí las hamburguesas). Un reclamo de corte individual y una ausencia fuerte de cuerpo colectivo. Una Plaza típica del “a mí me molesta que…”.
Calentitos los panchos
Entrando por la zona sur del conurbano, Buenos Aires parecía un lugar tranquilo. La concentración en el Obelisco estaba convocada para las 20 horas. A las 20.15 hacía, todavía, mucho calor: 33 grados, anunciaban por la radio. A esa hora en el Congreso ya no quedaba nadie. Apenas una familia, aplaudiendo y golpeando sus cacerolas –paradójicamente– debajo de un pasacalles con la consigna “Cristina es pueblo”. Ya en Corrientes y Callao la multitud comenzaba a hacerse notar. Bajando por Corrientes, sólo un hombre de edad, con cara de pícaro, golpeaba un palo contra un poste de luz. El resto de la gente sólo aplaudía, mientras caminaba. Todo muy pulcro. Muy civilizado. Tanto que en un momento, cuando el semáforo se puso en rojo, la gente se detuvo, dando paso a los vehículos. Como diciendo: “Yo no corto calles. Yo respeto la ley”.
No había muchos carteles, y de los pocos, la gran mayoría tenían un No encabezando las consignas. “No a la re reelección” es el que más se vio. Pero también el No al miedo, a la inseguridad, al robo, a la corrupción, a la falta de expresión. “No a los chorros, corruptos y vagos mantenidos con dinero del pueblo”. Otros son más escuetos, al límite de llegar a una sola palabra: “K-Chorra”. O “Mentirosa”. Alguno más elocuente: “Kristina, no retengas los pedos. Después se te suben a la cabeza y de ahí salen tus ideas de mierda”. O: “Unidos y organizados… para seguir estafando”.
En general, primaba el tono individualista: “A mí no me paga nadie para venir”. O bien: “Trabajo, estudio y pago mis impuestos”. A lo sumo algún que otro cartel contra la inflación. De todos modos, no se veía ninguno con algo parecido a “Mejores condiciones de trabajo”. O “No a la flexibilización laboral”. Llamativamente, la palabra dignidad estaba ausente de todas las pancartas.
Ya en Plaza de Mayo, el cartel más llamativo, fijo en la puerta de la catedral, rezaba: “El aborto y las drogas, legales o ilegales, matan igual”. Alguna camioneta que pasaba el Himno Nacional contagiaba un poco de entusiasmo a los presentes, que en general no cantaban nada. Solo aplaudían y algunos tocaban sus cacerolas. En un momento unos pocos jóvenes comenzaron a entonar la canción del 2001: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Pero no tuvo eco. A lo sumo estaban quienes se entusiasmaban con un “Argentina, Argentina”. Y ahí si algún que otro cartel que se quería hacer notar más que el resto. Por ejemplo, el que tenía inscripto: “No quiero vivir como en Venezuela. Quiero un país libre”.
Y que el futuro diga
El “uniforme” de pantalón oscuro, remera blanca y escarapela con el que los caceroleros convocaron por las redes sociales a manifestarse no se sostuvo al pie de la letra, aunque si hubo muchas –muchísimas– banderas argentinas. Y ninguna partidaria. En donde sí se mantuvieron firmes fue en eso de no hablar con la prensa, de “no darle letra a 6, 7, 8”. Y en manifestarse con carteles y con respeto. Aunque esto último se vio un poco opacado hacia el final, cuando la ligaron ya no los seisieteochistas, sino los periodistas de C5N, y los kirchneristas fashion, como alguna vez dijo Beatriz Sarlo del programa de Canal 9 Duro de domar. Pero fueron episodios tardíos y aislados.
Lo que parece que quedó para número del calendario fue lo de cantar y bailar, porque salvo en un momento, después de cantar el himno nacional, cuando algunos saltaron un poco, y luego cantaron “La reelección, la reelección, se va a la mierda, la reelección”, a no ser por ese breve momento, la manifestación fue bastante pacata.
¿Hacia dónde va, políticamente, todo eso? Difícil saberlo. Las opiniones, o al menos un recorte de ellas, es algo que no podremos ofrecer en esta crónica, ya que se tornó imposible obtener un testimonio. Sobre todo respecto del futuro política de esta, las anteriores y las posibles futuras protestas. Lo que sí sabemos es que a la expresión ciudadana de ayer convocaron o adhirieron Todos Ellos, los defensores de la República Perdida: el cuartetero José Manuel de la Sota, los PRO-Chetos porteños Mauricio Macri y Federico Pinedo, la procesista de la Chechu Pando, la conversa de Patricia Bullrich, el asesino de Eduardo Duhalde (y los duhaldistas Gerónimo “Momo” Venegas y Eduardo Amadeo), el tinellista-peronista Francisco de Narváez, el gastronómico de mal gusto Luis Barrionuevo, el socialista ampliamente progresista de Hermes Binner, el sojero Eduardo Buzzi y los históricamente desubicados de los radicales. Los auténticos decadentes, integrantes todos del F-TN, que no es un nuevo agrupamiento, sino un verdadero Fantasmal Tren Nacional.
Pasó el tan mentado 8N. Y la vida sigue igual…
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