Informe





   Del mismo modo que el anarquismo no es un cuerpo cerrado y dogmático u ortodoxo de ideas, tampoco puede hablarse de “un” enfoque anarquista sobre la cuestión del castigo.
De todos modos, abordar esta temática exige una referencia ineludible a la obra y el pensamiento de Pietr Kropotkin, una de las principales voces del movimiento anarquista y quizás el único de los teóricos clásicos del anarquismo que llegó a abordar directamente el tema del castigo y de las cárceles.
   Nacido en Moscú en 1842, hijo de un príncipe dueño de grandes extensiones de tierra, Kropotkin recibió una instrucción militar selecta, sirviendo en el ejército ruso, alejándose de la vida capitalina –a la que consideraba desagradable y opresiva- buscando como destino la poco amigable Siberia.
Su principal tarea fue hacer una evaluación del funcionamiento del sistema penitenciario siberianopara su reforma, observación que lo impresionó profundamente al revelarle las deficiencias de la burocracia estatal y la corrupción administrativa.
   A finales del siglo XIX, Piotr Kropotkin visitó diversas prisiones europeas en las que pudo acercarse a las dimensiones del ejercicio del castigo estatal. Esta experiencia lo llevó a presentar su punto de vista y a cuestionar el contenido y la forma de los delitos y de las penas a través de una pregunta fundamental:“¿para qué sirven las prisiones y los castigos penales”?. Pregunta central de la literatura penal clásica que Kropotkin responde con simpleza: para nada.
   En una famosa conferencia pronunciada en Paris el 20 de diciembre de 1877[1], dirá Kropotkin: “Cuando un hombre ha estado en la cárcel una vez, vuelve. Es inevitable, las estadísticas lo demuestran. Los informes anuales de la administración de justicia penal de Francia muestran que la mitad de los que comparecen ante los jurados y dos quintas partes de los que anualmente comparecen ante los órganos menores por faltas reciben su educación en las cárceles. Casi la mitad de los juzgados por asesinato, y tres cuartas partes de los juzgados por robo son reincidentes. En cuanto a las cárceles modelo, mas de un tercio de los presos que salen de estas instituciones supuestamente correctivas vuelven a ser encarcelados en un plazo de doce meses después de su liberación.”
   Es evidente a partir de este texto la forma que Kropotkin cuestiona el ideal resocializador con datos objetivos que evidencian índices altísimos de reincidencia.
“Otra característica significativa es que la infracción por la que el hombre vuelve a la cárcel es siempre mas grave que la anterior. Si antes era un pequeño robo, vuelve ya por un audaz robo con allanamiento. Si la primera vez le encarcelaron por un acto de violencia, lo más probable es que vuelva luego como asesino.”
   A la pregunta “¿Qué hacer para mejorar el sistema penal?», responde "sólo hay una respuesta: nadaEs imposible mejorar una cárcel. Con excepción de unas cuantas mejoras insignificantes, no se puede hacer absolutamente nada más que demolerla. Privando a un hombre de su libertad, no se conseguirá que mejore. La cárcel es escuela del delito. La cárcel no impide que se produzcan actos antisociales. Multiplica su número. No mejora a los que pasan tras sus muros. Por mucho que se reforme, las cárceles seguirán siendo siempre lugares de represión, medios artificiales, como los monasterios, que harán al preso cada vez menos apto para vivir en comunidad. No logran sus fines. Degradan la sociedad. Deben desaparecer. Son supervivencia de barbarie mezclada con filantropía jesuítica. El primer deber del revolucionario será abolir las cárceles: esos monumentos de la hipocresía humana y de la cobardía. No hay porque temer actos antisociales en un mundo de iguales, entre gente libre, con una educación sana y el hábito de la ayuda mutua. La mayoría de estos actos ya no tendrían razón de ser. Los restantes serían sofocados en origen.”
   Al analizar sus postulados, resulta interesante notar que lo sostenido por Kropotkin guarda una clara identidad con posturas expresadas por los actuales ideólogos del abolicionismo penal, particularmente con lo dicho por Mathiesen y Christie.
   Pero Kropotkin no sólo cuestiona el mito resocializador de la cárcel, bajo la comprobación de los altos índices de reincidencia, sino que además va a dar un paso clave en el análisis de la población carcelaria, algo que años mas tarde la criminología conceptualizará como “selectividad del sistema penal”
   Dice Kropotkin: “Hablad a un detenido por hurto, y preguntadle algo acerca de su condena. Os dirá: Caballero, los pequeños rateros aquí están, los grandes viven libres, gozan del aprecio del público. ¿Y qué os atreveríais a responderle, vosotros que conocéis las grandes compañías financieras fundadas expresamente para sorberse hasta las monedas de cobre que ahorran los conserjes, y para per- mitir que los fundadores, retirándose a tiempo, echen legalmente su agudo anzuelo sobre las pequeñas fortunas que encuentran a su alcance? Hablad ahora a aquel otro, que está preso por haber robado en grande. Os dirá: No fui bastante diestro; he ahí mi delito. ¿Y qué habíais de responderle, vosotros que sabéis cómo se roba en las altas esferas, y cómo, después de escándalos inenarrables, de los que tanto se habló en estos últimos tiempos, veis otorgar un privilegio de inculpabilidad a los grandes ladrones? ¡Cuántas veces no hemos oído decir en la cárcel: ¡Los grandes ladrones no somos nosotros; son los que aquí nos tienen! ¿Y quién se atreverá a decir lo contrario?”
   De este modo, Kropotkin encuentra un alto grado de dificultad para la asimilación por parte de los condenados de una pretendida culpabilidad, entendiendo por ésta el efecto de entender el comportamiento como social y personalmente reprobable, al oponerse a los valores y reglas compartidas por la sociedad. Las conversaciones que logró muestran que el hecho de estar en prisión se asume como una cuestión de mala suerte, de falta de pericia al momento de cometer la infracción. Al ver en la privación de la libertad un elemento de torpeza personal se quiebra la pretendida homogeneidad de la vigencia de los valores sociales, como compartidos por todos. Y se fractura la noción de igualdad ante la ley en la ejecución de los castigos para los infractores.
   Ahora: si el sistema penal es inútil y contraproducente, la pregunta entonces es ¿cómo reducir y cómo tratar los “comportamientos antisociales”? Al respecto, Kropotkin propone imitar los progresos de la medicina, que ha pasado de ser terapéutica a ser preventiva: se trata de eliminar las condiciones que promueven el delito antes que reprimirlo. Para ello es menester la investigación científica de sus causas, lo que enlaza el problema jurídico con el orden social: si se producen “conductas antisociales” es porque la sociedad impone condiciones antihumanas de vida.
   “En cuanto a aquellos individuos de malas tendencias que nos legará la sociedad actual tras la revolución, será tarea nuestra impedir que ejerciten tales tendencias. Esto se logrará ya muy eficazmente mediante la solidaridad de todos los miembros de la comunidad contra tales agresores. Si no lo lográsemos en todos los casos, el único correctivo práctico seguiría siendo tratamiento fraternal y apoyo moral. No es esto una utopía. Se ha hecho ya con individuos aislados y se convertirá en práctica general. Y estos medios serán mucho más poderosos para proteger a la sociedad de actos antisociales que el sistema actual de castigo que es fuente constante de nuevos delitos.
   Cuando la revolución haya completamente modificado las relaciones del Capital y del Trabajo; cuando no haya ociosos y todos trabajemos, según nuestras inclinaciones, en provecho de la comunidad; cuando el niño haya sido enseñado a trabajar con sus brazos, a amar al trabajo manual, mientras su cerebro y su corazón adquieran el normal desarrollo, no necesitaremos ni prisiones, ni verdugos, ni jueces. (...) Acostúmbrese al trabajo desde su infancia; acostúmbrese a considerarse como una parte de la humanidad; acostúmbrese a comprender que en esa inmensa familia, no se puede hacer mal a nadie sin sentir uno mismo los resultados de su acción (…). Las dos terceras partes de los hombres hoy condenados como criminales cometieron atentados contra la propiedad. Estos desaparecerán con la propiedad individual. En cuanto a los actos de violencia contra las personas, ya van disminuyendo conforme aumenta la sociabilidad, y desaparecerán cuando nos las hayamos con las causas en vez de habérnoslas con los efectos.”[2]
A este nivel, la propuesta de Kropotkin asume toda su radicalidad.
Los delitos desaparecerán con la nueva sociedad fundada en la libertad y la fraternidad. La intervención sobre los actos antisociales realizados no asumirá el carácter de castigo sino de medida de superación y reconstitución, una solución socialy no una administración de los problemas sociales.-

[1]“Las cárceles y su influencia moral sobre los presos” en Folletos revolucionarios, Tusquets, Barcelona, 1977.
[2]D´Auria Aníbal, “Kropotkin: contra el Estado y las prisiones”, en “El anarquismo frente al derecho. Lecturas sobre Propiedad, Estado y Justicia”,Autores Varios, Buenos Aires, 20

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