Opinión





   “En Soldati, un tipo que fuma paco, que toma merca, no sale jamás del barrio, se despide en la canchita de fútbol y te saluda, y vos lo ves con una tristeza, porque el mundo se termina ahí. Y él sabe que el mundo se termina ahí. Él sabe que no hay consuelo posible en la vida.” 
Enrique Symns

   Existe una construcción simbólica acerca del rol que cumplen (o deberían cumplir) los jóvenes en una sociedad, y en nuestro país esto no es una excepción. Entonces ¿De qué manera se construye esa visión social acerca de nuestros jóvenes? Además habría que preguntarse ¿Quiénes la construyen? ¿Para qué?

   Como todo símbolo, el de la juventud está también en disputa, y por lo tanto es construido desde diversos lugares, y con variadas intenciones también. Además, es cierto que los participantes más jóvenes de una sociedad representan el futuro (el más cercano y el más lejano) y caminan y trabajan hacia ese futuro. Entonces podría ser necesario conocer con qué herramientas realizan ese viaje, de qué manera han sido y son preparadas las futuras generaciones para pensar los proyectos individuales y colectivos, para pensar en última instancia qué país quieren sostener y qué país legar a las generaciones por venir.

   Todavía existe (y no es menor) un fuerte anclaje de la cultura hegemónica neoliberal, instalada en una porción importante de personas que habitan este suelo. Para ellos, claro está, los jóvenes representan un peligro inmediato, y la solución que proponen es también inmediata. Así son siempre las soluciones divinas, y nuestra católica sociedad apuesta una vez más a su Dios, su Iglesia, y su Santa Inquisición que ha venido con ropaje militar desde la mitad del Siglo XX, y hoy se pasea en patrulleros, con uniformes y palos y armas cargadas de balas que son la forma más efectiva de cumplir el milagroso plan.

La yuta existe por ustedes, soretes.

   Pero hablar de “ellos” es confuso y poco honesto, por lo cual es necesario que todo ese conjunto personas que sostienen estas ideas sean visualizadas con mayor claridad, y una objetividad profunda. El cantante Ricardo Iorio sustuvo, en una entrevista realizada por Beto Casella en C5N, que la policía existe por culpa de los cumbieros, que no sabe hablar y a quienes les recomienda estudiar. De las palabras del músico neonazi, uno puede advertir que los cumbieros, o los villeros, pues a ellos se refiere, no son gente, y para combatir este mal la sociedad ha creado una herramienta, una institución policial. Lo contradictorio es, por supuesto, que este hombre sea referente para multitudes, para pibes de los barrios que viven y conocen la pobreza. Y a la policía. Pero más allá del músico, está el canal. Y como C5N, un gran espectro de medios de comunicación que se dedican a una construcción de los jóvenes argentinos.

   Los medios dicen que nuestra sociedad suele conmocionarse, pero poco se preguntan sobre el porqué de la conmoción. El caso de las dos jóvenes que aparecieron ahorcadas en Salta se convierte en uno más de tantos otros, que el tiempo (mediático) sabrá curar. Los titulares indican casi siempre que se trató de un ¿Pacto suicida? Una explicación que no propone nada ni busca más allá. Simplemente es efectiva y da la certeza. Así está la juventud, pactando matarse, si es que no lo matan a uno. Sin embargo, no fue la única noticia que estos medios tuvieron que cubrir en dicha provincia, también con los jóvenes como protagonistas.

   La tortura es todavía una herramienta que se aplica sobre los cuerpos de nuestros jóvenes. Y no se trata de algún caso aislado, ni de excesos. Las noticias han llegado desde otras provincias también, como Buenos Aires, Mendoza, Chaco, Santiago del Estero, Río Negro, Neuquén, Corrientes, Córdoba y Santa Fe. Los videos están al alcance de todos, y muestran diversos tipos de tortura, como el submarino seco, las golpizas, las llaves, y un sinfín de prácticas que la mejor policía del mundo, según Duhalde, ha sabido mantener a través del tiempo y de la política. Y como se trata de una actividad común y cotidiana, sólo nos llegan las referencias de algunos casos que se filtran por su brutalidad, como las muertes, o por algunos videos que nos sorprenden. “El discurso negador de las autoridades es desplazado entonces por los sumarios administrativos y/o las investigaciones penales, las propuestas de reforma y la afirmación enfática de que los autores son delincuentes que no representan al verdadero organismo de seguridad. Esta interpretación, inspirada en la vieja definición dogmática sobre los hombres pecadores que no afectan la santidad de la institución, permite que pasada la conmoción las estructuras resistan incólumes.” (Parar la mano, Horacio Verbitzky, 29/07/2012.Página/12)
                                                                   Foto: Polaco

La gente decente es diferente.

   La juventud esconde anhelos que la sociedad no está preparada para recibir. Porque hablan directamente de su muerte, quieren remplazar los viejos escombros del pasado por un futuro mejor y hecho a mano. Los jóvenes más pobres de nuestro país son quienes disponen de menos alternativas para subsistir a la propuesta del discurso hegemónico, que es adoptado por el resto de la sociedad civil. El término de “menores” ha sido reemplazado por el de pibes y pibas, porque lo único que está dispuesto a debatir el conjunto es la edad de inimputabilidad, o si entran por una puerta y salen por la otra.

   Nada nos da la pauta de que un futuro mejor que el nuestro les aguarde a los que vendrán (que son nuestros hijos, hijas, nietos, sobrinas). Ni siquiera tecnópolis podrá resolver este dilema en donde una sociedad quiere apresar y liquidar a sus jóvenes. Y el mito de la nueva militancia también se queda corto cuando se hablan de números reales. Porque nuestro divino tesoro sigue preso en este laberinto de mercados y guerra y publicidades, y ansiolíticos, y depresión. Donde las aspiraciones a creer en un mundo mejor pueden llevar al suicidio, o a convertirse en esos viejos vinagres que mirarán pasar sus últimos días detrás de las rejas de sus casas, que los protegerán de sus hijos.

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