Fotogalería



LA ELEGANTE MIRADA
                                                                             Por Jerónimo González    



    Al igual que Gerda Taro, ella también enamoró a un fotógrafo del que todos los fotógrafos estamos enamorados (explícita o silenciosamente).
Y quizás haya sido este el hermoso pecado que nuestra cultura machista no toleró y por el que supo entonces condenarla, al igual que a aquella bella alemana, a habitar la sombra de su compañero y vivir en el anecdotario del arte como “la mujer de”, sin considerar ni valorar sus envidiables aptitudes fotográficas, su elevada sensibilidad humana y su compromiso no tan solo con la disciplina visual. O quizás, aún a sabiendas del inevitable peligro que corren todas las virtudes de quien ose enamorar a un genio, haya sido ese su error más perfecto.

    Nacida un 2 de Abril de 1938 en Amberes, una ciudad al norte de Bélgica, bajo el nombre de Martine Franck, por traslados de su familia pasó su infancia tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. A los 18 años viajó a Madrid a estudiar Historia del Arte en la Universidad Complutense de dicha ciudad, y tres años después continuó su formación en la Escuela de Louvre en París. A fines de 1963 comenzó a desarrollar sus primeras experiencias con la fotografía, siendo laboratorista en y asistente de dos fotógrafos de la revista Life (heredera directa del estilo de la antigua Revista VU). Además de para dicha revista, también trabajó de modo independiente (freelance) para Fortune, Vogue y The New York Times. En 1972 cofundó la Agencia Viva, y en 1983 pasó a formar parte de Magnum, quizás la agencia más importante y relevante en toda la historia del fotoperiodismo mundial.
    Producto de sus experiencias en la disciplina teatral, fue fotógrafa del Cirque Du Soleil en los primeros años de su creación, participó en la realización de varias películas y distintos espectáculos teatrales de gran nivel en Europa (tanto registrando como siendo parte); realizó trabajos en Irlanda (la vida en Tory Island), India y Nepal (sobre niños tibetanos budistas), China y Japón (sobre la vejez), Afganistán (sobre el derecho de la mujer), uno sobre Ousmane Sow (escultor senegalés), y fue colaboradora de los Hermanos de la Caridad para quienes también realizó varias fotografías. Su trabajo más famoso consiste en una serie de retratos de artistas, intelectuales y científicos en Paris (1965-2010), donde se pueden ver a Paul Strand,  Jacques-Henri LartigueClaude Levi-Strauss y Pierre Alechinsky, entre otros y otras.

    Su obra se pasea por el documentalismo, el retrato, la sensibilidad extrema, la denuncia social y una búsqueda interior a través de la imagen, siempre signada por la misma elegancia con la cual vestía y andaba. Alguna vez le preguntaron qué era la fotografía para ella, y con una agudeza exquisita respondió: “Una fotografía no es necesariamente una mentira, pero tampoco es la verdad. Es más bien una impresión fugaz, subjetiva. Lo que más me gusta de la fotografía es el momento que no se puede anticipar: hay que estar constantemente atentos, dispuestos a captar lo inesperado".

    Martine falleció este pasado 17 de Agosto en Francia, y sus restos han sido enterrados junto a los de su compañero en la localidad de Louberon, en el suroeste francés.

    Ah!, me olvidaba. El hombre al que supo enamorar fue ni más ni menos que Henri Cartier Bresson, allá por la década del 70, precisamente en la misma época que éste genio incomparable decidía abandonar la fotografía para dedicarse de lleno al dibujo y la pintura.
    Hoy, 22 de Agosto, apenas 5 días después de la muerte de su amada, 
Bresson cumpliría 104 años.


    Si acaso las creencias de ambos fueran ciertas, entonces luego de los 49 días de Martine en el bardo quizás se encuentren nuevamente en una palingenesia cuasi fotográfica, siendo él la absoluta oscuridad y ella un hermoso rayo de luz atravesándolo y dándole sentido. O quizás se fundan por fin en una misma energía, sin reencarnaciones ni renacimientos, plenos luego de haber alcanzado el Nirvana.

    Como sea que sea, a este lado de la existencia solo resta esperar que esta humilde nota sirva, siquiera en pequeña medida y como con Gerda Taro, para arrancar a semejante mujer y fotógrafa del injusto rótulo “la mujer de” y devolverla, con nombre y apellido, al respeto y la consideración que con tanta destreza supo ganarse.






                                                           









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