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106
                                          Por Jerónimo González


     Así dio la noticia Estela de Carlotto: "Abuelas de Plaza de Mayo anuncia con inmensa alegría la restitución de la identidad de Pablo Javier Gaona Miranda, otro de nuestros nietos robados por el terrorismo de Estado, secuestrado junto con sus padres el 14 de mayo de 1978 cuando tenía solamente un mes de vida.".
     
     En esta larga y admirable lucha de las Abuelas buscando a sus nietos, arrancados de sus padres por la última dictadura militar y puestos en manos ajenas, a veces mentirosas, otras tantas perversas, a Pablo Javier le cabe el feliz número de ser el 106. Pero tras esta gran alegría, sobrevuela la tristeza, la bronca y la esperanza, de saber que aún quedan más de 400 nietos y nietas por ahí, creyendo que son lo que no son, privados de y engañados en lo más profundo que puede tener un ser humano, su propia identidad.
     
     Siendo que es una historia rica periodísticamente por donde se la mire, para La Nación y Clarín apenas mereció un pequeño espacio perdido en el interior de sus páginas. Y no está mal, siempre y cuando comencemos a hacernos cargo, de una vez y para siempre, que esas páginas siempre fueron, son y serán la trinchera cinco estrellas de los represores y genocidas.
     En los demás diarios, se giró alrededor de la frase “Abuelas recuperó al nieto 106”. Y más allá de que se comprende el por qué de la frase, cabe resaltar que cuando un nieto es rescatado de la mentira, no solo se recupera él mismo, no solo lo recupera su familia directa, ni tampoco tan solo las Abuelas…a ese nieto lo recuperamos tod@s, como sociedad. Incluso los recuperan quienes los tenían engañados y los hijos de puta responsables del plan sistemático de secuestro y apropiación de bebes, condenados hace unas pocas semanas: Reynaldo Bignone, Antonio Vañek, Santiago Riveros, Jorge "Tigre" Acosta y Jorge Rafael Videla.

     Recuperar a un nieto es cicatrizar un poco más la herida histórica que lleva impresa nuestro país, es un pequeño gran triunfo atemporal sobre la dictadura de aquellos días tan de noche, un pequeño gran triunfo sobre el terror, al cual debemos cuidarnos de nunca más permitirnos regresar.

     Esta buena noticia sirve como preámbulo y disparador para presentar el trabajo de Lucila Quieto, titulado “Arqueología de la ausencia”.
     Lucila es una fotógrafa argentina, hija de padre desaparecido. Siendo fotógrafa, se encontró de cara a una triste ironía: no tenía fotos junto a su padre. Fue así que ideó una manera de conseguir eso que le andaba faltando: proyectó sobre una pared diapositivas con el retrato de su padre, se ubicó delante y lo capturó todo con su cámara. Así por fín, tuvo la foto que tanto buscaba. Al mostrarla en una reunión de H.I.J.O.S, se dio cuenta que muchos de sus compañeros estaban en la misma situación y estos maravillados por la imágen le pidieron encantados que les hiciera una foto a ellos también junto a sus progenitores desaparecidos.
     Así surge  este gran trabajo, de una fotógrafa, militante, hija de desaparecidos.
     Según palabras de Diego Genoud:  Lejos de quitar las almas de los hombres, estas fotos las devolvían. Sucedía lo inverso que en 1976: aparecían. Lo que aparece entonces es como una revelación: algo de lo que se ve ha estado siempre en el espejo. Algo de lo que no se ve permanece como una certeza mutante. Y vuelvo a pensar que sólo desaparece lo que no deja huella”.



                                                        





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