Fotogalería


TRES CAMINOS
                                              Por Jerónimo González

     Mientras tanto anda el mercado empecinado y fascinado con una fotografía “superpopsmo” de contenido apenas estético y con un discurso tan frívolo y banal como la época en que muchos de sus premiados y reconocidos han nacido y crecido, hay quienes entendemos la fotografía no solo como un lenguaje más del ser humano, sino también como una herramienta visual para la construcción de un cambio social, inevitable y necesario.
     Sabemos muy bien que ninguna fotografía cambiará el mundo, y mucho menos un fotógrafo. Sin embargo, no dudamos que ambos podamos resultar coautores materialmente responsables del asesinato de una realidad cuanto menos injusta, y la violación, agravada por el vínculo, de una cultura mercantil, represora y machista, entre otros de sus tantos premeditados defectos.

     Nos mueven inefables sentimientos parecidos a la indignación, y con la torpeza propia de los primeros pasos, fotografiamos eso que nos encrespa, muchas veces con temor o con vergüenza, como un francotirador parapetado a lo lejos o con la simulación justa para ser vistos sin ser descubiertos.
     Pero ya lo dijo el amante más famoso de Gerda Taro: para que una foto salga buena hay que estar cerca de lo fotografiado (y no solo en cuestión de metros, si no también ideológica, sentimental y espiritualmente hablando).
     Ese estar cerca nos pone cara a cara con la mujer golpeada, con la familia sin techo, con la locura, con el gatillo fácil, con el encierro; cara a cara con las calles cortadas, las fábricas recuperadas, con los desocupados, con los enfermos, con los que la pelean de abajo, los que la defienden desde arriba, con los nefastos imparciales y la puta policía. Por estar cerca el llanto nos moja, el fuego nos quema, el grito nos calla y el silencio nos impacienta; por estar cerca vemos nuestro reflejo en la profunda mirada del niño dormido, se confunde nuestro olor con el perfume de los caídos y se erosionan nuestras certezas con el suspirar de los oprimidos.

    Ante esta realidad, se nos aparecen tres posibles caminos.
    El primero nos devuelve a la inalterable tranquilidad existencial de la moda, las sociales, el glamour superpopsmo, o alguna otra isla similar y cercana.
    El segundo requiere de nosotros una cierta cuota de frialdad, hipocresía, indiferencia o cinismo. Consiste en perseguir la injusticia cámara en mano con el único sentido de saciar un perverso apetito creado por el hábito, cumplir con la obediencia debida a los patrones de un diario, o algún otro sentido merecedor de los olvidos.
    El tercero conduce al compromiso. No a la solidaridad, ni a la individualidad, mucho menos a la beneficencia. Nos lleva directo hacia el compromiso concreto de juntarnos con otr@s y organizarnos en pos de discutirle a la mentira lo que consideramos cierto, de disputarle a la injusticia lo que consideramos nuestro, de proteger la vida y la alegría de las mañas de las mafias y los malos gobiernos. Poniendo el cuerpo…ese que lleva un lente, pero aún más el que lleva nuestra voz, nuestra mirada, nuestro sentir y nuestro pensamiento.

    Para quienes se encuentran varados precisamente frente al brotar de estos tres caminos, sin saber ni decidir por dónde llevar sus pasos, les presento a la hermosa Tina Modotti.
    
    Nacida un 17 de Agosto de 1896, en Udine (Italia), con tan solo 12 años y producto de esa pobreza, se vio obligada a abandonar sus estudios y trabajar en la industria textil que dominaba el mercado de su ciudad natal.
    En 1913 emigró a California (Estados Unidos), junto a toda su familia, donde continuó trabajando en el rubro textil. Algunos pocos años después comenzó a relacionarse con distintos artistas, siendo amante de algunos, y a demostrar habilidades en el rubro teatral. Es así que apenas entrada en su segunda década de vida arrancó a trabajar en Hollywood como actriz. Casi al mismo tiempo conoce a y se casa con Roubaix de l’Abrie Richey, un poeta francocanadiense que la conecta con el círculo intelectual californiano. Estando aún casada y tras haberse acercado a su taller como modelo, Tina entabla una relación más que amistosa con Edward Westonuno de los más grandes fotógrafos de la historia, quien además de fotografiarla le enseña todo sobre este mágico lenguaje.
    A los 26 años, estando en México, muere su esposo y retorna a California. Para volver a México al año siguiente, pero esta vez acompañada por Weston. El país vivía el ocaso de la Revolución Mexicana, y fue en ese contexto que, impactada por la explotación en la que estaba sumergida la clase trabajadora, estrechó lazos militantes con distintos integrantes de la Union Mexicana de Artistas, como Diego RiveraDavid Alfaro Siqueiros, María Tereza Montoya y Frida Kahlo, entre otros y otras. En 1927 se afilia al Partido Comunista Mexicano, participando activamente en una campaña de apoyo a la lucha de Augusto Cesar Sandino en Nicaragua, y funda el primer comité antifascista italiano. Durante mucho tiempo trabajó como editora y fotógrafa de la revista “Folklor Mexicano” y de “El Machete”, una publicación fundada por el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores de Mexico. En ese mismo año, Weston regresa a California y ella comienza una relación con el pintor Xavier Guerrero. Un año después, participando de un comité en apoyo a los anarquistas italianos Sacco y Vanzetti, conoce al líder revolucionario cubano Julio Antonio Mella, con quien inmediatamente comienza una relación sentimental, aprovechando que Guerrero se encontraba de viaje por la Union Soviética
Esta relación dura apenas cuatro meses, ya que  el 10 de enero de 1929, mientras caminaban juntos por una calle angosta, Mella es asesinado a balazos por la espalda. La prensa intenta borrar cualquier indicio político en esta muerte, acusándola del asesinato. Un año más tarde es expulsada de México y deportada a Alemania, acusada de ser cómplice en el intento de asesinato del presidente Pascual Ortiz Rubio.
    Durante el año que estuvo en Berlin, se unió a una organización de fotógrafos y publicó en dos revistas, una de carácter antifascista. Al año siguiente viajó a la Unión Soviética y estuvo en Moscú hasta 1934, dirigiendo el Socorro Rojo Internacional y trabajando para la Cruz Roja Internacional de dicho país.
    En 1934 viaja a Francia, y de ahí a España. Se alistó en el Quinto Regimiento y trabajó con las Brigadas Internacionales hasta el fin de la Guerra Civil Española. Además, como fotoperiodista trabajó para un diario republicano y otros varios movimientos revolucionarios de la época.
    Producto del triunfo de Franco, en 1939 se exilia a México, donde continuó con su activismo político en la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi. Militó y realizó trabajos fotográficos hasta el día de su muerte (5 de enero de 1942), cuano regresaba a su casa luego de una cena con Pablo Neruda, en la capital de México. Oficialmente se dijo que fue un ataque al corazón, pero la falta de autopsia dejó la puerta abierta para otras teorías tan improbables que no merecen siquiera ser mencionadas.

     Hasta acá la historia de esta gran mujer, fotógrafa y revolucionaria, esperando que sirva, siquiera en pequeña medida, para orientar los pasos de los indecisos hacia el camino de la organización y el compromiso...los pasos de aquell@s que les laten las injusticias y sienten que la fotografía debe servir para algo más que decoración de consultorios odontológicos o pálidos muros de asépticas galerías de arte.    

     Sin más palabras, la fotogalería con fragmentos de su gran obra, la cual va desde la abstracción formal (influencia directa de Weston), pasando por el retrato-registro al mejor estilo August Sander, hasta ciertos principios de un surrealismo precoz en su época.





                                                                 

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