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Qué lindo saca tu cámara!
                                                                                             Por Jerónimo González

    
    Un cuerpo y un lente.
    Pero después un bolso. Un flash. Un trípode. Un filtro. Otra memoria. Otra batería. Un normal. Un soporte. Un gran angular. Otro filtro. Un tele. Un fotómetro. Un disparador remoto. Un zoom bien luminoso. Otro cuerpo. Un disco externo...y arbitrariamente detengo este listado que en verdad no tiene fin; porque, aunque la novedad se encuentre algo estancada y la oferta posible sea finita, las cosas se gastan, se rompen, se pierden o pasan de moda, generando así la energía necesaria para que la inmensa rueda del consumo fotográfico nunca se detenga.

    Y mientras gira esta rueda, tenaz y espesa, anda una abuela pispeando la cosecha de su nieto fotógrafo recién llegado de un largo viaje por el continente. Pasa las fotos con cierta ligereza, más preocupada en no apoyarle los dedos que en observarlas hasta comprenderlas, y cada tanto, sin levantar la vista, le repite “que lindo saca tu cámara”, invisivilizando así la estrecha responsabilidad del hijo de su hijo en cada toma.

    El problema no radica en que esa forma del pensamiento more en tías y abuelas (de seguro generacionalmente excusadas), en ajenos a la complejidad del tema o en quienes paran la olla gracias al kiosquito de la tecnología. Lo preocupante es que esas lógicas habitan en muchos “fotógrafos”, docentes y, aun peor, aspirantes a. Olvidando por completo que en este juego del expresar y expresarnos, la cámara es tan solo un trámite entre la mirada y el universo (muchas veces tan tedioso como cualquier diligencia en un banco). Y aunque resulta indispensable conocerla hasta aprenderla, nunca debiera ser considerada más allá de su mágica función: objetivar la imagen.

    La cámara es lo de menos
…porque la fotografía no existe dentro de ella, si no todo lo contrario, existe en su afuera y sobre todo dentro nuestro. Porque para transformar el mundo que nos rodea en una infinita consecución de infinitas fotografías, en principio es necesario que el lenguaje se nos haga carne, que viva a través nuestro y a través de él nuestra humana sensibilidad hable. Tan solo después de haber atravesado tan largo camino y alcanzado por fin semejante destino, la cámara merece un mínimo espacio entre nuestras preocupaciones, ambiciones y antojos.
    La cámara es lo de menos
…sobre todo cuando corre por nuestras venas y altera nuestro triperío una fuerte necesidad de contar, cuando sabemos y conocemos lo que contaremos, y se domina la técnica a tal punto que es posible contarlo todo tal y como se siente, sin demasiados cálculos ni miramientos.
    Entonces, y desde antes, la cámara es lo de menos
…y por si no me creen, les presento a Alex Majoli:

    Nacido en 1971 en Ravenna, una ciudad al norte de Italia, sobre las costas el Mar Adriático, a los 15 años ya trabajaba en un estudio de fotografía y al mismo tiempo estudiaba en el Instituto de Arte de su ciudad. Con tan solo 20 años viajó por primera vez, y luego en varias oportunidades más, a cubrir los conflictos en la antigua Yugoslavia (Kosovo, Bosnia, Serbia, Macedonia) y Albania. A los 23 años cubrió el cierre de un hospital para enfermos psiquiátricos en Leros (Grecia) y con ese material creó su primer libro. Un año después viajó a distintos países de Sudamérica, donde encaró varios proyectos, entre ellos un laburo sobre la prostitución en Bahía (Brasil). En 1998 llevó adelante un trabajo sobre la vida en ciudades portuarias de todo el mundo, llamado “Marinum Hotel”. En 2001 se convirtió en el fotógrafo más joven en pertenecer a la Agencia Magnum (fundada en 1947 por Robert CapaCartier-Bresson y Maria Eisner, entre otros). Ese mismo año, y durante lo intenso del conflicto, cubrió la caída del régimen talibán en Afganistán. Y en 2003 la invasión de Irak por parte de tropas Norteamericanas y aliadas. También ha viajado y realizado reportajes y coberturas en China, Rusia, Israel y Congo.
    Al día de hoy, viviendo tanto en Nueva York como en Milán, cubre distintos conflictos y sucesos a lo largo y ancho del mundo, para revistas como Newsweek, New York Times Magazine, Granta y National Geographic.

    ¿Pero cómo explica toda esta envidiable trayectoria eso de que “la cámara es lo de menos”?
    
    Muy simple. Alex Majoli realiza y realizó la mayoría de sus trabajos con cámaras compactas, las mismas cámaras que quizás esas tías y abuelas antes mencionadas elegirían para llevarse en su viaje grupal de jubilados a las termas de Río Hondo.
    Si, como leyó, este señor ha realizado la mayoría de sus trabajos con compactas de Olympus (C-5050; C-5060 y C-8080), pero también en tiempos anteriores ha sabido utilizar la C-4040 y la EOS D30 de Canon
    En un principio los fotógrafos se le burlaban y hasta llegaban a discriminarlo por las pequeñeces que utilizaba. Hoy día es doblemente respetado y considerado por ese mismo gran detalle.
    Cuando sale a trabajar, en esas veces de compactas, lleva consigo algunas pocas memorias y baterías de repuesto, pero ningún accesorio, ni flash externo, ni absolutamente nada más que esas camaritas que no permiten intercambiar lentes. Utiliza el color y el contraste como viene por defecto en la cámara, apenas si retoca la exposición para ayudar al automático y no confía demasiado en el autofoco.

    Tenga el gusto de contemplar algunos trabajos de este gran fotógrafo italiano. 
    Y llénese de esperanzas si acaso pretendía sumergirse en las turbulentas y cálidas aguas de la fotografía pero lo detenía el poseer una fortuna que no supera las dos monedas y los siete cospeles...
...porque para ser un buen fotógrafo, mi estimado lector, la cámara es lo de menos.


Afghanistán
                                                                 




SIDA en Rusia
                                                                 




Requiem In Samba
                                                                 




Egipto en el momento
                                                                 




Conflicto Rusia-Georgia
                                                                 




Secuelas de Libya
                                                                 








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