Opinión





“¿Qué puede significar una ametralladora o un presidio para estos hombres que viven enterrados vivos?”
 Roberto Arlt, El Mundo, 9 de noviembre de 1935.

Con esta reflexión cerraba Roberto Arlt una de las Aguafuertes Asturianas, en su viaje realizado por España en el intervalo que siguió a la rebelión asturiana y que prologó a la guerra civil que iba a afectar a toda España a partir de 1936.
En Octubre de 1934, Asturias entera se hizo cargo de la sentencia dictada por el movimiento obrero y popular español de no permitir que el fascismo representado por la CEDA ingresara al gobierno central. Luego de los dos años de “primavera republicana” que siguieron al triunfo de 1931, comenzó el llamado bienio negro que devolvió sus privilegios a los sectores que querían volver a la España terrateniente, monárquica y ultracatólica.
Mas allá de la tibia reacción que se dio en algunas otras provincias, en Asturias, dejando de lado la división de las fuerzas obreras, se hizo realidad la consigna de UHP, ¡Uníos Hermanos Proletarios! uniendo a anarquistas, socialistas y comunistas. Durante dos semanas enteras las cuencas mineras se levantaron y barrieron con todos los cuarteles de la Guardia Civil de la provincia dando cerco al poderoso Cuartel de Pelayo, ubicado en el centro de Oviedo, donde las fuerzas represivas se acuartelaron a la espera de refuerzos llegados del resto de España. Con la dinamita en la mano y los cigarros en la boca para darles mecha en cualquier momento, los obreros asturianos conformaron Soviets por toda la provincia y pusieron en pie de lucha un Ejército Rojo compuesto por unos 30000 obreros armados con los fusiles de las fábricas de armas asaltadas y el armamento que fue quitado a la Guardia Civil aplastada en los primeros días de combate. Esta fue la fuerza obrera que sostuvo el combate con las poderosas tropas del ejército Regular español que vinieron a poner fin a la osadía del pueblo asturiano. El saldo fue trágico: 2000 muertos, varias decenas de miles de detenidos y deportados, las ciudades destruidas por los bombardeos, violaciones y saqueos en los barrios obreros. La España de la Cruz ponía orden y la Revolución Asturiana, arrinconada, era vencida. Pero sin duda fue mucho el aprendizaje que iba a servir de base para combatir durante los tres años que iba a durar la Guerra Civil Española.
Cuadro de Picasso x la huelga de 1962

“Parece mentira, con la limpieza de comunistas que hemos hecho y todavía queda raiz” comentario de un coronel del Ejercito que presidio el juicio militar posterior a la huelga en 1962


En 1962, nuevamente en Asturias se enciende la llama de la resistencia. La larga noche que siguió a la derrota popular en la Guerra Civil iba a comenzar a aclarar con la “huelgona” minera asturiana. La llamada huelga silenciosa iba a marcar un antes y un después para el movimiento obrero español, dando lugar a un resurgir de la movilización obrera que desde la clandestinidad iba recuperando su historia de lucha y resistencia. Todo comenzó con el despido de 7 mineros de la cuenca de Nicolasa en Mieres. Cuenca por cuenca se fueron sumando a la huelga, logrando la adhesión en otros puntos de España, en un movimiento inédito para la historia española post Guerra Civil, marcando el despertar de un nuevo movimiento antifranquista. La señal, eran los granos de maíz que se dejaban en las entradas de las minas, que significaba que la huelga empezaba y que no se permitiría el ingreso de las “gallinas”, como llamaban a los rompehuelgas y servicios infiltrados por el régimen entre los mineros asturianos. Durante dos meses se mantuvo el conflicto que por primera vez durante el régimen franquista iba a lograr el triunfo de las reivindicaciones populares. En ese año, España había pedido su ingreso a la Comunidad Europea y eran los obreros asturianos quienes mostraban la mentira de la España pacificada y democrática con que el franquismo intentaba venderse al resto del mundo.


“¡La próxima visita, será con dinamita!”, consigna coreada en la marcha minera por las calles de Madrid el 10 de julio de 2012.


El 10 de Julio entran a Madrid las columnas mineras que habían partido de las cuencas mineras del Norte español, en representación de los mineros de Asturias, León, y Palencia, quienes confluyeron con otra columna proveniente de la provincia de Aragón, tras 19 días de marcha. Es la tercera movilización que realizan en contra del plan del gobierno de recorte de los subsidios a las actividades de las minas de carbón españolas, siguiendo a las realizadas en 1992 y 2010. Con el argumento de la falta de rentabilidad y la contaminación de la actividad, y de acuerdo a los planteos de la Unión Europea, en España se puso límite a la explotación minera deficitaria para el año 2018.  Sin embargo, dentro de los numerosos planes de ajuste que lleva adelante el gobierno de Rajoy, dicho límite se acortó poniendo en riesgo inmediato a los más de 8000 puestos de trabajo que sostienen a las comunidades mineras del Norte de España. Así es como se decidió que el movimiento huelguístico, que desde hace dos meses lleva paralizadas todas las cuencas mineras, enviara una delegación a la capital española para empalmar con los demás movimientos de protesta, en busca de una solución al conflicto. 
En las ciudades mineras, hace dos meses que son constantes los choques con las fuerzas de seguridad, en su intento por quebrar la resistencia obrera. La respuesta a la entrada en Madrid fue la represión policial dejando como saldo más de 70 heridos y 5 manifestantes detenidos, quedando en evidencia cuál va a ser la actitud del gobierno de Rajoy como complemento a sus medidas de ajuste.  La huelga y movilización fue acompañada con el encierro de varios trabajadores en las profundidades de las minas en Mieres, Langreo y Aller, sumado a las huelgas de hambre que se vienen realizando en otras tantas ciudades mineras. La denuncia de los trabajadores se centra en la puesta en peligro de 8000 puestos de trabajo que la minería sostiene en forma directa, así como también la posible pérdida de otros 30000 que en forma indirecta se verían afectados por el cierre de la actividad en las cuencas norteñas. Se toma como antecedente la destrucción de 40000 puestos de trabajo perdidos en los últimos 20 años, con el plan de deslocalización de la industria minera española. 
Mas allá de la represión y la falta de respuestas, fue evidente el apoyo recibido en la capital española, revitalizando los movimientos del 15-M, que en Madrid y otras ciudades vienen buscando hace meses una salida a la crisis, y resistiendo a los distintos planes de ajuste encabezados por el gobierno de Rajoy. Una vez más, los obreros mineros españoles se ponen a la cabeza de la lucha, retomando su historia combativa que desde la profundidad de las minas interpela al conjunto del pueblo español a no permitir que la crisis la paguen de los trabajadores. La historia sigue abierta, la lucha sigue en pie, será cuestión de ver si se logra pasar de las luchas de resistencia hacia una nueva alternativa política que saque a España de la crisis actual, y sirva como faro para las luchas de los demás pueblos europeos. Retomando su larga historia de combate, desde las linternas que iluminan los cascos mineros, una vez más, parece resurgir una luz de esperanza. 





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