Cultura Plebeya






América Scarfó te llevará flores y cuando estemos todos muertos, muertos, América Scarfó nos llevará flores.

Raúl González Tuñón



   Primeros años de 1900, Chieti, provincia de la región de Abruzzo, a 180 kilómetros de Roma. Al caminar por las calles se ven las lamentables imágenes de la primera pos-guerra. Soldados mutilados, borrachos, mendigando por las calles. Imágenes que llevan a odiar la guerra, los ejércitos, y todo tipo de autoridad. Por esas calles camina un joven militante, pensador, autodidacta, que aprenderá el oficio de tipógrafo. Oficio que con los años se profundizará y pondrá al servicio de su causa y la de sus camaradas.


   En la costa de Chieti, los motores del vapor Sofía chillan, está esperando que sus tripulantes estén a bordo. El joven tipógrafo está esperando partir. El fascismo, en pleno ascenso, lo expulsa de su tierra. El joven piensa hacerle frente a la opresión en cualquier parte del mundo. Viajará acompañado de su esposa, un hijo recién nacido y otro en camino. Nunca volverá a pisar esas tierras. El “Sofía” se detiene frente a las costas brasileñas. El matrimonio italiano decide bajar en tierras cariocas con la idea de conseguir pronto un trabajo para el joven tipógrafo. Él, mientras tanto, lee. Lee mucho, compulsivamente. Lee a Bakunin, Malatesta, Proudhon, Kropotkin, Reclus y todo tipo de pensadores libertarios. La estadía en el Brasil se vuelve tediosa. El joven matrimonio italiano decide así trasladarse a la Argentina, para instalarse en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, en las barriadas populares de Morón. Teresina y Severino comienzan a deambular por las calles de Buenos Aires en busca de empleo. Entre trabajo y trabajo, los jóvenes italianos comienzan a entablar vínculos con sectores de izquierda vinculados al anarquismo. Particularmente al anarquismo italiano. 
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¡Asesini!,
¡Ladri!
¡Viva Mateoti!


   Mientras tanto los “camisas negras” se abalanzaban sobre los jóvenes italianos. A palos y garrotazos. Los golpes no podían detener los gritos de los jóvenes anarquistas. Gritos que iban a dar en la jeta del fascista Cónsul italiano. El teatro Colón se había convertido en una cacería llena de puñetazos y golpes contra los revoltosos. De fondo, la Marcha Real italiana, esta vez acallada por los anarquistas.


   ¡Viva Mateoti!, ¡Ladri!, ¡Asesini! La burguesía italiana en la Argentina, adepta al régimen del Ducce había colmado el teatro Colón de Buenos Aires, para demostrar su fuerza en nuestro país. La fiesta se ha arruinado. Por los aires vuelan cientos de panfletos tipeados por Severino. Los fascistas quieren la cabeza de estos jóvenes. Golpearlos, golpearlos mucho para que se den cuenta que no deben molestar. Pero se confunden. El joven tipógrafo italiano, Severino di Giovanni, no les dará tregua, dispuesto a estar cara a cara con el enemigo. Brindándose así a una vida dedicada a la militancia, poniendo el cuerpo. Cara a cara con el enemigo, con la rebelión del brazo y de la mente. A la violencia de arriba, le responderá con la violencia de los de abajo, sin tolerar la opresión, la propiedad, los privilegios de algunos sobre los de otros. Robando. Expropiando. Haciendo estallar por los aires locales de empresas vinculadas al capital y al fascismo italiano.


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   En una pequeña piecita, en una pensión del barrio popular de San Telmo (Calor. Verano porteño. Sudor de tintas y rechinar de dientes), Severino di Giovanni y los Hermanos Scarfó trabajan horas enteras en la redacción de “Culmine”, publicación que saldrá en italiano para la disputa ideológica dentro del movimiento ácrata venido de la vieja Europa. “Culmine” marcará a fuego la relación que llevarán hasta el último día de sus vidas los Scarfó y di Giovanni.


“Culmine” ya estaba en la calle y a Severino sólo lo obsesionaba el próximo número, siempre era así, la preocupación por el próximo, por el que sigue. El dinero no alcanza. La publicación no puede ni debe detenerse. Conseguir el dinero como sea. A los tiros si es necesario. Su relación con Teresina estaba cada vez más deteriorada. Decide trasladarse a la casa de los Scarfó, que solidariamente le prestarán una pieza en la que el anarquista expropiador se instalará durante un tiempo.


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1928. Centro porteño. Un joven vestido de negro ingresa al City Bank, lleva consigo un maletín. Nadie advierte su presencia. El joven entra con cautela, despacio, se acomoda el cabello. Se coloca su sombrero y deja el maletín. Camina hacia la izquierda dos metros y se pierde nuevamente por la puerta de entrada. El maletín estaba preparado para estallar a las trece horas en punto, una vez que el banco estuviese cerrado. Los líquidos del maletín se adelantan, se mezclan antes con el explosivo, la bomba estalla antes. El City Bank vuela por los aires.


   Severino es el”criminal anarquista” más buscado de todo Buenos Aires. Buscará refugio en lo de los Scarfó, quienes nuevamente lo ayudarán a permanecer oculto. Durante meses la policía estará pisándole los talones. Pero Severino sabe que ocultarse de la policía, no sólo lo aleja de su accionar militante si no que también lo aleja de su nuevo amor. La jovencita América Scarfó.


   En un café de Boedo se encuentran Severino y uno de los hermanos Scarfó. Planean una nueva acción. Atacar al cónsul italiano. Que el fascismo en Buenos Aires escondido en la embajada de Italia vuele por los aires. Cara a cara con el enemigo. La charla termina. Paulino se levanta y se marcha caminando por la vereda. Severino se ha quedado mirando a una joven América Scarfó que los acompañaba en aquella reunión, pero sentada algunas mesas atrás.


-   Buenas tardes, dice Severino.


-   Buenas tardes, responde América. Caminamos, dice ella. Severino responde con un gesto de afirmación. Los dos saldrán caminando por la calle, tomados del brazo hasta la parada del tranvía, en la que se despedirán con su primer beso, el cual sellará esta trágica historia de amor para siempre.


   América sale del colegio, casi corriendo, ansiosa de ver a Severino en la puerta esperándolo. Allí esta él. Emprenderán una larga caminata que los llevará a pasear por el arroyo Maldonado, el parque Lesica, llegando a reposarse sobre el pasto del parque Centenario, en el cual se confesarían nuevamente su gran amor clandestino.


   Severino le escribe cartas. Tres cartas diarias. En las que le confiesa su profundo amor. Le exige a América que luego de leerlas las rompa. Podrían ser peligrosas. Cartas de amor que se convertirían en algo peligroso. El joven anarquista enamorado, no detiene su lucha contra el enemigo. Su amor por América crece al mismo tiempo que su lucha contra el fascismo.


   América serás el ángel celestial que me acompañe en todas las horas tristes y alegres de esta mi vida de insumiso y rebelde. Contigo ahora y siempre. En el amor, no aguardaremos la revolución y nos uniremos libremente, despreciando los prejuicios, las barreras y las innumerables mentiras que se nos oponen como obstáculo.


“Cuando un hombre y una mujer se aman, se unen, y cuando dejan de amarse, se separan”. Este principio, del pensador italiano Malatesta, había llevado a Severino a concebir profundamente su amor por América. Teresina aceptaba la separación, como compañera de ideas, que no concibe al otro como una cosa. El principio del amor anarquista es la libertad y si el acompañante pierde eso, pierde todo. El otro no es una cosa que se debe poseer compulsivamente. Severino y América así fundirán sus vidas en un amor idílico, que tiene destino de tragedia, plagado de cartas de amor, poemas, paseos por la rivera y violencia. La violencia de Severino que no descansará hasta su trágico final.


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   Atrás ha quedado el asalto a los pagadores de obras sanitarias. Ese dinero fue a parar a la causa revolucionaria. El objetivo de editar al pensador Elisse Reclus. Sus obras completas. Sus estudios sociales. Severino ha terminado de tipear. Sólo queda imprimir. El sabe que está siendo buscado.


   En la quinta de Bursaco que alquila con América, haciéndose pasar por el matrimonio Dionizi, han quedado todas las pruebas. La policía no tarda en llegar alertada por la delación. Severino, mientras camina por la calle, se dirige a la imprenta. La policía lo conoce. Un oficial lo identifica. !Alto. Alto o disparo! Pronto son varios oficiales los que disparan, el tano se siente acorralado. Huye corriendo. Abriéndose paso a los tiros. Se sabe acorralado. Es detenido. Torturado. Injustamente condenado a muerte. Cábele la ley marcial. 1931. En argentina gobierna el primer golpe militar de nuestra historia. Uriburu, señor de bigotones, adepto y amigo del fascismo. Aleccionar a las bestias anarquistas. Pásense por las armas. Di Giovanni y también Paulino Scarfó.


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-   Cuídate, cuídate mucho, ayuda a Teresina, ayuda y quiere a mis hijos, me hubiese gustado perdernos entre el verdor, lejos, lejos, caminar del brazo en esta aurora hacia un horizonte intangible, siempre unidos, siempre fuertemente ligados, como dos hiedras sorbiéndonos la propia existencia una de la otra y cantar la rapsodia heroica de la vida difícil. Adiós América.


-   Adiós Severino. Seguiré con tu recuerdo hasta la muerte ¡Viva la anarquía!









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