Crónicas







   Era de madrugada, y con la complicidad de la oscuridad que brinda la noche, el 6 de julio de 1977 se empezaba a ejecutar la denominada Noche de las Corbatas. Ese invierno fue mucho más frío y aquella noche se llevó los sueños de los abogados que luchaban por los sectores explotados.


   Para el 8 de julio ya estaban todos los abogados secuestrados en el Centro Clandestino de Detención conocido como la Cueva, que se ubicaba debajo del viejo radar de la Base Aérea. 


   Al igual que las normas más protectorias de la ley laboral, la vida de su redactor Norberto Centeno fue borrada de este mundo por un plan de exterminio ejecutado por todas las fuerzas de seguridad, incluyendo la policía bonaerense. La Noche de las Corbatas se llevó a aquellos abogados que estaban más cerca de la clase obrera, aquellos que protegían a quienes sólo tenían su fuerza de trabajo para luchar contra un sistema que los oprimía desde las patronales, las leyes y hasta los tribunales de justicia.


   La parte más radicalizada de la derecha peronista universitaria actuaba como primer informante para pasar así luego a las fuerzas policiales y continuar por el cajoneo de los habeas corpus por parte de los jueces del Terrorismo de Estado. Como el caso del Juez Pedro Federico Hooft, quien fuera denunciado por los organismos de derecho humanos por contribuir intencionalmente con el Terrorismo de Estado, permitiendo que pudiesen cometerse delitos de lesa humanidad. Parecería que, al igual que hoy, la familia jurídica no estaba muy unida y eran algunas ovejas negras descarriadas las que debían salir del rebaño. Esas ovejas eran justamente las que luchaban por otra sociedad, otra forma de ejercer la profesión de abogados, por una justicia social real. Y ese rebaño de ovejas blancas tenía que ser engordado para que cualquier oveja negra fuera derrotada. El derecho público, pero principalmente el derecho laboral colectivo-sindical, prácticamente se extinguió de los programas de las facultades de ciencias jurídicas y el derecho privado avanzó sobre el mismo. Y con ello, fueron surgiendo las reformas legislativas necesarias para dominar a la clase trabajadora. Reformas justificadas y hechas “realidad” por toda la doctrina y el poder judicial abonado al régimen.


   La desaparición de este grupo de abogados laboralistas no tuvo como principal objetivo el golpe al campo jurídico, sino que buscaba aniquilar la protección jurídica con la que contaba la clase trabajadora. Es a este sector de la sociedad al que se intentó debilitar ya que, desde los comienzos de nuestra historia, el poder popular tenía como actores principales a las organizaciones sindicales que no cedían a la burocracia sindical. Este era el mayor enemigo del régimen, el sector que más resistencia ofrecía a aquella máquina siniestra de la muerte. Pero también tuvo consecuencias en el campo jurídico que pocas veces estuvo cerca de los sectores marginales y explotados como lo hacían estos abogados. 


   Así, la Noche de las Corbatas intentó borrar de la mente de los futuros abogados y agentes del campo jurídico, la idea de que otra forma de ejercer la profesión era posible. Una forma alternativa que junto a los sectores populares y trabajadores luche por otra sociedad.


   Pero la resistencia no pudo ser suficiente. El aparato represivo del estado sobrepasó por todos lados el freno que podían poner estos sectores y la dictadura cívico militar ganó. Se impuso durante muchos años y dejó una profunda herida que en estos 29 años de democracia no hemos podido curar. La clase trabajadora perdió sus mayores exponentes, siendo remplazados por dirigentes sindicales cómplices del poder de turno que fueron aniquilando la capacidad revolucionaria del proletariado, sumado a la disminución de la masa de trabajadores asalariados y a la conciencia colectiva de que la participación sindical era mala palabra.


Esto fue configurando un nuevo escenario político. Los movimientos de desocupados y las organizaciones sociales fueron tomando cuerpo firme, dando nacimiento a un nuevo sujeto en la política del país.


Pero ¿Qué pasa con nosotros, los abogados y las abogadas populares que pudimos escapar a la formación dogmática y formalista del derecho hegemonizada por la ciencia jurídica tradicional que se enseña en las universidades? La mayoría de los que estamos de este lado nos hemos ocupado de poder reconstruir la memoria de aquellos días pudiendo llevar, no hace mucho tiempo, al banquillo de los acusados a los responsables del genocidio vivido en nuestro país. 


Por suerte hemos crecido, cada vez somos más los que podemos acompañar a los movimientos populares que luchan contra la opresión del sistema, que defendemos los derechos humanos cuando hoy en día son violados y que estimulamos la organización popular consientes de que las instituciones públicas destinadas a impartir justicia están, mayoritariamente, en manos de aquellos adeptos a la dictadura o tal vez víctimas de la conciencia instaurada del “no te metas” o “algo habrán hecho”.


Ahí vamos, acompañando esas nacientes y crecientes expresiones del campo popular que día a día luchan por una sociedad mejor. Y nosotros también vamos multiplicándonos, para que nunca más nos tengamos que lamentar otra Noche de las Corbatas, porque día a día nos multiplicamos fomentando espacios de formación críticos del derecho, siendo conscientes de la función que cumple lo jurídico en las sociedades capitalistas, esto es el mantenimiento y la legitimación de las relaciones de poder y de dominación, pero también siendo conscientes de que podemos transformar y usar al derecho como un arma de defensa y contestación política a favor de los sectores populares.


¿Sabrán quienes planearon y ejecutaron la Noche de las Corbatas que no lograron desaparecer ni matar lo que representaban estos abogados? No hay, ni habrá tortura o desaparición posible que elimine sus ideales. Y algo que no planearon con esas desapariciones físicas sucedió: dejar para siempre en la memoria de quienes ejercemos la profesión de abogados para el cambio social la convicción de que tenemos una gran herramienta, la cual junto con la lucha y la organización social pueden generar un cambio por una sociedad más justa, sin explotados ni excluidos. Y es en cada conflicto que intervenimos con los trabajadores, los desocupados, los explotados y los sin techo en los cuales vive la memoria y los sueños de estos compañero.


A la memoria de Hugo Alais, Daniel Antkoletz, Salvador Arestín, Jorge Candeloro, Norberto Centeno, Tomás Fresneda, Miguel Zabala Rodriguez y a todas y todas las que ponen a disposición de las clases populares el conocimiento del derecho.











No hay comentarios:

Publicar un comentario