Opinión




   Supongo que el sólo hecho de volver hoy a abrir los micrófonos para reinaugurar este momento de pensar la salud, reponde a la pregunta: ¿será necesario hablar de salud?
   Pregunta que insiste ya que, si fuera por lo que los medios periodísticos ponen en agenda, pareciera que el tema no tiene importancia, o que a nadie le interesa. O que a lo mejor todo está bien.
   Sería injusto decir que no han habido temas que involucren salud en los últimos tiempos. No sólo porque casi todo lo que viene como gestos desde Acción Social rebota y resuena en índices de salud, incluida la asignación universal por hijo, sus resultados en términos de controles de salud, las consecuencias sanitarias de pibes y pibas contenidas por las comunidades educativas, y por el hecho de que poco a poco, con un presupuesto un poquito más provisto, la mesa familiar tenga a todos en casa sin el “mal necesario” de los comedores.
   Son temas que relacionan con salud el que se reglamentara, aunque de un modo bastante imperfecto (pero algo es algo) la actividad de las prepagas; como así también que muchas veces se haga bastante evidente que las disputas entre Moyano y gobierno no sólo suenan en clave de deseos de gobernar, sino también de lucha por el dominio del dinero de los planes especiales de la Superintendencia de Servicios de Salud.
O que de tiempo en tiempo reaparezcan los reclamos salariales de los trabajadores y profesionales de la salud, o las salas de espera sobre todo del subsector público como espacio de las tensiones interclase, con reclamos de presencia de personal de seguridad justo en los hospitales y unidades sanitarias.
   Ni que hablar de lo injusto que sería decir que salud no tiene ninguna expresión visible, puesto a la cuenta de la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental, incluidas las picardías del jefe de gobierno porteño para incluir, dentro de perspectivas humanizantes del trato de las personas con sufrimiento mental, el potente ícono del derrumbamiento de los muros del manicomio en su argumentación para quedarse con el negocio inmobiliario de los monovalentes capitalinos, el Borda, el Moyano, o el Tovar García.
   O que de tiempo en tiempo asomen discusiones acerca de despenalización del aborto, o legalización de la marihuana...
   O que, aunque no se discuta de ningún modo, las participaciones estatales en aerolíneas o en YPF pudieran rozar siquiera la pregunta: ¿y qué tal si la producción pública de medicamentos y vacunas se asociara a las mismas argumentaciones?
   No. No nos referimos a esa desaparición de la agenda pública, de la agenda mediática, de las agendas del Estado del tema salud. Nos referimos específicamente a los temas que resultan los mayores desafíos del sistema de salud. 
   Puntualmente los problemas sistémicos que, asociados a la lógica de la salud como área de negocios, persiste en sostener los problemas de la fragmentación del sistema, de la segmentación del sistema de salud, del acceso inequitativo a los servicios. 
En cierto modo, alarma que el Plan Federal de Salud (aquél que alguna vez alguien señaló que era, en génesis, el plan del Banco Mundial), sigue vivito y coleando. Sigue planteando como buena nueva un “camino de reformas” que articula los subsectores en el llamado “mix público-privado”, que ya nadie discute.
   Uno diría que, si nos tomamos en serio tanto la lógica que señala que estamos frente a un gobierno que hace de la bandera de los derechos humanos su marca en el orillo, y de la sintonía fina, metáfora que nos resulta muy cómoda desde aquí por su asociación con lo radiofónico, para trocar lógica de mercado por lógica de derechos, la verdad es que no hay un sólo gesto desde Ministerio de salud que esté seriamente dirigido, al menos como tendencia, a resolver los desafíos planteados respecto del sistema de salud. Repetimos: los desafíos de pensar, imaginar, construir, poner en marcha, un sistema que resuelva los problemas de la fragmentación, la segmentación, el acceso inequitativo y la inequidad en general.
   Claro. No somos ingenuos respecto de los intereses que están en juego. Porque, si casi nadie estaría en desacuerdo con la afirmación que dice que la inequidad es la madre de todos los problemas de salud, frente a la pregunta ¿y quién financia la distribución equitativa? no solamente advertiríamos la reacción del nacionalismo campestre de la 125, ni de los cacerolos que quieren ser libres para comprar dólares sin decir de dónde sacaron la plata, también mucho progre se sumaría a la fila de los protestadores, si la AFIP se mete con lo suyo.

Editorial producida en Tejedor de Redes, programa radial de salud colectiva emitido en FM Radio Universidad, 95.7

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