Entrevista





   Maximiliano Postay, un Loco, Tumbero y Falopero que anduvo dando una vuelta por las jornadas sobre “Policía, Seguridad y Castigo” (organizadas por la agrupación Avanzada, La Grieta, y Nueva Fuerza, en la Facultad Nacional de Derecho de Mar del Plata) conversó con Tumba La Valla para darnos una perspectiva de las teorías y las prácticas abolicionistas, de la presentación del primer libro sobre abolicionismo en América Latina, sobre femicidio y la imaginación no punitiva. Por último reflexiona sobre el espacio político en el cual participa militando el abolicionismo con una perspectiva no punitiva.




   Vos estás invitado al panel de estas jornadas sobre puntos a favor y en contra de la incorporación del femicidio como figura agravada al código penal ¿Cómo va a ser esa intervención en el panel?





   La crítica que puedo hacer yo alrededor del femicidio se enmarca en una crítica global al sistema penal. Yo soy abolicionista, entonces todas las figuras que pretendan solucionar problemas socioculturales desde lo represivo  me parecen un poco graciosas, quizás algo más para satisfacer  demandas populares que para realmente regular o resolver un conflicto. No soy especialista en género, por ende no voy a profundizar demasiado en esa temática en particular, por más que fui invitado a estas jornadas para poder abordar estos debates. Pero sí la idea general va a ser una crítica global al sistema penal, dejar en claro que no sirve para lo que dicen que sirve y sí sirve para otras cosas que no están tan buenas. Aunque se incorpore o no esta figura al código penal, el sistema penal no sirve para nada. No sirve ni para el pibe chorro, ni para el transa, ni para la mulita, ni para el femicida. El sistema penal tiene un trasfondo histórico, cultural, económico, político que hay que desnudar, y me parece que la mejor postura para hacerlo es el abolicionismo. Porque decimos directamente: “mirá, esto no va más”. Pensemos otra cosa, animémonos a pensar otra cosa. Algunas cuestiones tienen respuestas, otras no, y creo que ése es el desafío de construir un proceso de cambio.





   ¿De qué se trata el libro que vas a estar presentando hoy en las jornadas de “Policía, Seguridad y Castigo?





   El libro se llama "El abolicionismo penal en América Latina. Imaginación no punitiva y militancia". El título deja en claro más o menos de qué va la cosa. Por un lado trata de darle al abolicionismo penal, que es una teoría, una praxis nórdica europea, una perspectiva regional, ya que es el primer libro de abolicionismo penal escrito íntegramente por latinoamericanos. Por otro lado apela a la imaginación no punitiva, a decir, pensemos algo diferente, empecemos a imaginarnos una forma alternativa de resolver los conflictos Y en tercer lugar, a lo que apela el libro es a decir, militemos por eso. No nos quedemos solamente encerrados en los laboratorios o en las universidades si no todo lo contrario. Salgamos a la calle, politicemos el discurso y hagamos de algo utópico en principio, algo posible. ¿Cómo hacerlo? Desde la generación de propuestas de políticas públicas concretas y sobre todo desde la generación de una conciencia colectiva de que el sistema penal genera inseguridad, no la previene ni la resuelve, genera violencia social, proyecta la desigualdad que ya existe en el afuera hacia adentro y la maximiza, porque el que sale (de la cárcel) vuelve a un lugar marginal. Para la realización del libro juntamos a profesores de San pablo, Rio de Janeiro y Pernambuco, Colombia, Argentina, y lo prologa Eugenio Zaffaroni, con todo lo que eso representa como un empuje intelectual, político y también mediático, porque es la figura más conocida de la criminología crítica.





   ¿Qué es Locos, Tumberos y Faloperos? 





  Es un espacio de militancia que nuclea diferentes cuestionamientos de diferentes tipos de encierro. Es decir no nos quedamos sólo en lo penal, lo jurídico penal, sino que también cuestionamos el manicomio, los geriátricos, las comunidades terapéuticas cerradas para adictos, es decir todo lo que tenga que ver con una búsqueda, desde el encierro, a la problemática social. En principio tratamos de generar una conciencia colectiva de que esto está mal, encerrar un tipo, por más que el tipo haya hecho lo que haya hecho, es algo que no nos cierra, como en algún momento se condenaba la esclavitud, o la tortura, creemos que es momento de condenar o de que no nos cierre, mejor dicho, el encierro.


   Paralelamente decidimos construir políticas concretas que apunten a que estas estructuras de encierro se vayan achicando progresivamente, y por qué no, en algún momento, desaparezcan. Por ejemplo, ahora la última propuesta del espacio es la creación del CIPSOR (Certificado de información penal socialmente relevante), que viene a plantear la sustitución del certificado de antecedentes penales clásico. La diferencia es que el certificado de antecedentes penales te condena incluso después del cumplimiento de la condena efectiva, arrastra lo que vos hiciste en el pasado mas allá de la sanción penal que hayas recibido, y eso automáticamente deriva en que la persona, al recuperar su libertad vea (además de las dificultades culturales, los prejuicios, la discriminación y demás cuestiones relacionadas) que una norma avala que cualquiera de nosotros pueda decidir que un tipo que cumplió una condena no se reinserte en la sociedad . Es decir, por un lado la ley te dice que la pena sirve para reinsertar, y por otro lado, te meten este tipo de trabas. De más está decir que no creo en la resocialización, ni en la reinserción, ni en toda esta sanata sistémica por así decirlo; pero si te van a decir que por un lado hay que reinsertarlos (a los presos) pero por el otro te van a poner este tipo de trabas, bueno decimos nosotros, vamos a blanquearlo, digamos las cosas como son y tratemos de que las contradicciones sean menores. El CIPSOR, en vez de preocuparse por lo que vos hiciste en el pasado, registra lo que vos tenés pendiente. Lo pensamos de esta manera para hacerlo factible. Ideológicamente nosotros militamos por la abolición de los registros directamente, pero en un contexto político de avance, ante la necesidad de ubicarnos en tiempo y espacio para que las cosas se vayan dando, para no quedar simplemente en el discurso demagógico, utópico, tirando bombas, decimos bueno, dejamos todo como está, el Registro Nacional de Reincidencias se va a seguir financiando porque la gente va a seguir pagando su certificado, lo que cambiamos es el contenido del documento. En el documento que pida el verdulero, el veterinario, el abogado, o quien sea, para contratar a una persona que eventualmente  estuvo presa, va a decir otra cosa. Va a decir si tiene órdenes de captura pendientes, si está declarado en rebeldía en alguna causa en trámite, si tiene alguna condena pendiente de ejecución, pero no va a decir si el tipo cometió un delito, porque ese delito ya fue pagado. Con esto generamos (y decimos que es una practica abolicionista) y facilitamos la inclusión pos penitenciaría, al suceder esto se bajan los índices de reincidencia, si bajás el índice de reincidencia hay menos delito, si hay menos delito hay menos inseguridad, si hay menos delito y menos inseguridad hay menos cárceles, y si hay menos cárceles el camino hacia el abolicionismo está en marcha. Eso es lo que nosotros interpretamos como abolicionismo penal práctico, político, posible, progresivo, en definitiva algo muy distinto a lo que quieren hacer ver, a lo que nos quieren hacer creer que es el abolicionismo. 




   ¿Cómo funciona Locos, Tumberos y Faloperos? ¿Cómo es esa experiencia en la que conviven docentes, pibes privados de su libertad, intelectuales, estudiantes? 





   A Locos, Tumberos y Faloperos lo integra gente que está presa, gente que estuvo en neuropsiquiátricos, intelectuales, artistas. Es un espacio en el cual hay mucha participación. Compañeros que entran y salen. Creemos en la militancia como algo multifacético. Es tan contundente algo como presentar un proyecto como el CIPSOR (militarlo con un diputado y que al congreso vayan los presos a discutirlo), como escribir una poesía, un cuento, o generar una conciencia de que algo está mal desde otro lugar. A partir de ahí dejamos que la gente escriba cuentos, escriba poesías o simplemente haga denuncias a través del blog. A su vez, la cuestión de la libre expresión en el arte no debe sólo interpretarse como un mecanismo de realización de murales o poesías, sino que creemos que hacer políticas públicas novedosas y ejercitar lo que denominamos imaginación no punitiva también es artístico. La política entendida como arte también es una manera de empezar a ver el mundo, que el mundo no te conforme y a partir de esa disconformidad cambiarlo. Muchas veces nosotros hablamos de ser una especie de Da Vinci de la militancia en la búsqueda de formas diferentes, porque lo hecho hasta ahora ha fracasado, más allá de que todo sirve y suma y de que no hay que desmerecer el trabajo de los demás. La realidad es que las diferentes perspectivas contra la cárcel o para mejorarla, o para lo que se quiera, fracasaron, porque la cárcel sigue existiendo, el sistema represivo sigue creciendo y el discurso punitivo es cada vez más contundente y cada vez más aceptado por la mayoría de la sociedad. 

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