Opinión




   Mucho se ha escrito en estos días sobre el asesinato de Mariano Ferreyra, y no es para menos. El intento de realizar nuevas lecturas trae consigo esa insistente multiplicación de significados que para nosotros tiene hoy esta realidad política nacional, latinoamericana, y mundial. La crónica de los hechos no necesita del ojo de Walsh para explicar que se trató de una patota bajo la orden de un dirigente sindical, que también respondía a intereses políticos más estructurales y poderosos. Esto lo revela con claridad la participación de la policía, o mejor dicho, la inacción de la policía (que se encontraba presente en el lugar) cuando uno de los hombres de Pedraza disparó varias veces contra los manifestantes, que se encontraban al otro lado de las vías.

   Ramal que para, ramal que cierra.
José Ángel Pedraza nació en un barrio pobre de Córdoba, en 1943, y comenzó a trabajar como obrero del ferrocarril a los 17 años. En esos años participó de la CGT de los argentinos y enfrentó a la ortodoxia peronista, representada por Herminio Iglesias y Lorenzo Miguel. Una vez terminada la última dictadura militar, ya en el año 1985, Pedraza fue elegido secretario general de su gremio, situación que duraría mucho tiempo más. Fue durante los años noventa que pasó al bando neoliberal, y ocupó un rol estratégico para llevar a cabo las privatizaciones del ferrocarril, de la mano de Carlos Menem, quien expresó a comienzos de su mandato: ramal que para, ramal que cierra, en referencia a los paros de los obreros que lucharon contra las privatizaciones y el desmantelamiento del ferrocarril. Ese fue el papel que jugó el secretario general del sindicato ferroviario, que “tenía mucha gravitación dentro del núcleo duro de la CGT, aunque no pudo mantenerla luego de que el riojano abandonara la presidencia. Su posición durante los '90 había desgastado su poder en la central. Sin embargo, esa situación no impidió que siguiera en la conducción del gremio hasta el día de hoy. Su gran cintura política lo mantuvo al frente de la Unión Ferroviaria, siempre vinculado al gobierno de turno (…) En la disputa interna de la CGT se rodea de los "Gordos" Oscar Lescano, secretario general de Luz y Fuerza, y Armando Cavalieri, titular del sindicato de Comercio.” (“Pedraza, un sindicalista que militó en la izquierda, y viró al neoliberalismo”, por Franco Mizrhai. Tiempo Argentino, 24/10/2010).

   Se observa a simple vista que la nueva alternativa del gobierno para tejer sus alianzas dentro de la CGT no trae consigo nada nuevo. La estructura de poder que sostiene el trabajo precarizado, y la lógica de patotas sindicales para enfrentar a los luchadores populares que cuestionan estas políticas están lejos de ser cuestionadas. El juicio a Pedraza, y su posible castigo, tiene la importancia de la condena social. Pero esta condena pareciera ser más por asesino que por militante del menemismo, o por burócrata sindical. Y mucho menos va dirigida contra el trabajo precarizado, que es un debate que aún cuesta mucho instalar en la agenda política, más allá de algunos discursos que no logran superar los límites de la palabra. “Pedraza es uno de los paradigmas del sindicalismo-empresario, como se conoce a los dirigentes que utilizan su cargo gremial para expandir poder y negocios. Esa lógica le permitió convertirse en patrón de sus representados cuando, como titular de la Unión Ferroviaria, se quedó con la concesión del Belgrano Cargas, el mismo del que ahora quiere participar el titular de la CGT, Hugo Moyano. Casualidad o no, por ese tema el dirigente camionero y Pedraza estuvieron reunidos anteayer con el presidente Néstor Kirchner en la Casa Rosada. Del encuentro, donde se analizó un “salvataje” del ramal ferroviario, fueron parte Francisco Macri y Aldo Roggio.” (“Pedraza perdió un vagón de plata” Página/12, 20/4/2006)

   Rojo o peroncho.
De la militancia de los jóvenes se habla mucho en estos días, donde la política vuelve a imponerse sobre los valores de mercado. Caer en el binomio gobierno-oposición sería un error para analizar nuestro presente. Hemos perdido un compañero. Ni los resultados positivos de las elecciones, ni las mentiras del grupo Clarín alcanzan para tapar la ausencia de Mariano. Tampoco las idealizaciones sobre Mariano Ferreyra, que para muchos (sobre todo para los dirigentes del partido) se ha convertido en un mártir popular ¿Sólo podemos esperar a los muertos para hacer nuestra historia? No. Esta vez, que sea el turno de quienes seguimos vivos, peleando por la transformación de nuestra realidad, acompañados por el recuerdo de tantos compañeros, tantas compañeras que han dado su vida, quienes apuntemos a derribar los escollos que nos separan de nuestra libertad.

   No hay justificaciones. Sólo la muerte como alternativa para quienes intentan ese cambio. Ahí mismo se encuentra el límite del proyecto nacional. Y también ahí están la juventud, la militancia, los ideales, Mariano, tantos otros. Al borde de la vida, al borde de la muerte. Hemos perdido un compañero, y todos debieran hacerse cargo del papel que han ocupado hasta el momento. Las limitaciones de este gobierno están claras. Su estructura no puede derribarse con el simple hecho de condenar a Pedraza, si sus amigos están conduciendo hoy la CGT que resulta aliada al kirchnerismo. Ni bueno ni malo. Debemos buscar las estrategias que superen las limitaciones estructurales que el kirchnerismo tiene, con todos sus aciertos y sus logros también. Y eso no puede estar ligado nunca a las cúpulas, sino provenir desde abajo, desde el pueblo que pone los muertos cada vez, mientras otros digitan la política.

   Es el pueblo organizado el único que puede marcar el ritmo de las demandas y la capacidad de gobernar de quien haya sido elegido con nuestros votos. Porque más allá de las banderas ideológicas, del puño en alto o los dedos en V, es el mismo cuerpo social el que sufre los ataques de un poder acorralado entre el neoliberalismo al que jamás podrá volver (al menos en nuestro país, al menos con aquellas formas), y un socialismo por el que no pueden pronunciarse (porque el horizonte estratégico sigue siendo el capitalismo) ¿O acaso, antes de disparar a la multitud, o mientras decía orgulloso que al de la gomera, a ese gil de mierda, le agujereé la panza, Cristian Favale, barrabrava del club Defensa y Justicia, se preguntó si era rojo o peroncho?



1 comentario:

  1. Puño en alto Y dedos en V, como saludaba el gringo Tosco.
    No sè si vale la pena ponerse a pensar cual es el limite del proyecto del kirchnerismo. Hay un proyecto que viene hace años, la liberaciòn. Vamos por eso.
    Hay que aprender a escuchar me dijeron un dia.
    Buenisima la nota.
    Abrazo

    Una piba con la remera de Greenpeace

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