Tabú




“Ella también los respeta, porque no es del mismo rango, porque no tiene como ellos la moral de su lado”
 Roberto Arlt


   Lo prohibido, lo que está pero no se quiere ver, lo que no debe decirse, lo que no debe hacerse. Propongámonos pensar esta palabra, pensar todo lo que nos dice el fervor del ocultamiento. Ocultar, pero ¿para qué?


   La hipocresía es un denominador común en todas las esferas de la sociedad contemporánea. No tiene que ver con la cultura del país, ni de la región, así como tampoco del hemisferio, ni de la religión. ¿Y cómo hallar los cimientos de la hipocresía entonces?


   Un gran pensador (Karl Marx) ideó la palabra “fetichismo” para referirse al parecer de las cosas, y diferenciarlas de su ser. En un intento de popularizar el concepto, podríamos entender el fetichismo como ese afán por mostrar sistemáticamente las cosas de una forma que no son realmente; quitar la esencia para mostrar simplemente una imagen; y transformar lo que es en la imagen de esa cosa, esa persona. Nuestro gran pensador se refirió al “fetichismo de la mercancía” como ese sistema por el cual la economía lograba su cometido de maximizar las ganancias de unos pocos, a costa de la explotación de muchos. Un proceso de alienación de las cosas materiales, inmateriales, y fundamentalmente, de las personas.


   Hoy, vigente nuestro mencionado gran pensador, podemos agregarle la extensión de otro gran pensador (Georg Lukács) en sintonía con el primero, que, más cercano temporalmente, agregó la palabra “reificación” para referirse a la consecuencia fundamental del fetichismo de la mercancía, que es su extensión a todas las esferas del mundo social, es decir a todas las relaciones entre humanos (cosas). Cosas que compran cosas, que las intercambian por más cosas, relacionándose con cosas.


   Hablamos de un profundo proceso de internalización de esa imagen de lo que pasa, de acuerdo a cómo nos enseñaron a ver las minorías oligárquicas, conservadoras; aquellas que escribieron la Historia, fundaron las naciones con sus leyes y Constituciones, nos trajeron una forma de vestir, de hablar, de comer, de sentir, de creer, de pensar. Pero que, por más que viven para lograrlo, ya no deciden el presente ni el futuro de nuestro pueblo, porque hoy el pueblo se está organizando.


   ¿Cuántos hemos sido criados por “lo importante es parecer”? ¿A cuántos nos han enseñado todo lo que “está bien” y castigado por cuestionarlo o trasgredirlo? ¿Por qué hay cosas de las que “no se habla” y cosas que “hay que hablar”? Se trata de pensar, reflexionar, cuestionar y hacer.


   Preguntar por qué a todo no debe ser un deber de niños, debe ser una condición humana. Pues, volviendo a reflejarnos en las palabras de nuestro gran pensador, nuestra especie se ha transformado en una cosa, o en millones de cositas aisladas, y es el sentido de su vida organizarse para reencontrarse con su ser (humano).




   Humanos somos todos, pero bien entendida esta dialéctica entre ser y no-ser, el sistema cuyos hijos y padres somos, nos enseña que somos todas personas simplemente en los libros, a veces en las leyes, pocas veces en la realidad cotidiana. Hay muchos seres en este mundo, y particularmente en este país, que ya ni ellos mismos logran tomarse como lo que verdaderamente son. La cultura de la aceptación-resignación, enseña a no vernos más que como nos ven, y no siempre escapamos exitosamente de los anteojos ciegos del fetichismo.


   Pero tarde o temprano, el sistema cosificante va perdiendo potencia, porque empezamos a despertar. Porque tras décadas de represión empezamos a levantar la cabeza, mirarnos, mirar a nuestro alrededor. Porque los pueblos latinoamericanos nos unimos y organizamos para que sea imposible que el fantasma vuelva a avanzar y vaciar nuestras cabezas, quitándonos de toda posibilidad de acercarnos a nuestra esencia humana.


   Nos vemos como hermanos. Y cuando empezamos a vernos, a preguntarnos si eso que está al lado es una persona, muchos empezamos a respondernos que sí, que lo es, que tiene los mismos derechos que uno. Y empezamos a ver cómo esa persona empezó a ser un sujeto de derecho amparado por un Estado. Pero vimos detrás las sombras de un pasado que hostiga con perpetuarse; que lucha por hacerse carne en lo que alguna vez fue el poder.


   Lucha y logra ¿Cómo, a pesar de los triunfos culturales y sociales de nuestros pueblos, seguimos lidiando con lo retrógrado, lo proscriptivo? Vastos sectores se resisten al cambio, aún cuando los cambios se efectúan; no dan lugar a margen de error cuando se trata de los derechos de otro porque está implicada “la moral” del colectivo.


   La moral, la cosificación, conceptos intrínseca y necesariamente implicados ¿Cómo en una sociedad de iguales puede tomarse la consagración de un derecho como falta a la moral?


   ¿Qué pasa con todas esas ganas de que no existan más los que piensen, los que se pregunten, los que se expresen, los que sean lo que verdaderamente son? Se transforman en tabúes.





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