Tabú




Es aguijón picante y miel
Se tambalea en sus tacones
No tiene nada que perder 
“La murga de la virgencita” Los Redonditos de Ricota


   En esto de las palabras ¿por qué cuando me enojo con vos tu madre es una puta? ¿Por qué esta adjetivación negativa lleva en su seno la palabra puta? ¿Qué tiene de ofensivo el ser hijo de una puta? ¿Qué es una puta? 
Cotidianamente este concepto suele ser muy utilizado en la jerga popular pero pocas veces de forma halagadora ¿Qué hay detrás de esta palabra? Prostitutas, meretrices, trabajadoras sexuales… putas. Mucho se habla sobre ellas, pero poco se les pregunta. Con muchas palabras distintas se las define, y con todas se las estigmatiza. 
   Más interrogantes que certezas surgen al abordar la cuestión, dudas, contradicciones, sentimientos encontrados. Y cómo no si se trata de mujeres. Para algunos explotadas, para otros trabajadoras, se trata de derechos humanos no contemplados en el espectro de la vida social. Ahora, ¿de qué manera no contemplados? 
   Ese algo reprimido en la sociedad, del que no se habla ni se pregunta, encuentra anclaje también desde esta perspectiva. Esa mujer en la calle ofreciendo su cuerpo resulta indigna para la sociedad hipócrita que le da dinero por él. Resulta pues que donde hay dinero hay un negocio, y aún más grande cuando hablamos de ilegalidad y no garantía de derechos. ¿Qué hay detrás de cada mujer que ejerce la prostitución?

Trabajadora sexual
   El derecho a decidir sobre el propio cuerpo refiere tanto a la libertad de las mujeres como al rol de un Estado presente para los sectores vulnerados. Vulneradas pues, en palabras de Soledad Díaz “nosotras tenemos voz, tenemos derecho a ser escuchadas”. Así como es la profesión más vieja del mundo, también es el sector social marginado más viejo del mundo. Porque las mujeres “dentro de las opciones, optamos por la mejor”, y ese derecho a elegir no es aceptado por una sociedad que prefiere invisibilizar para explotar. La ilegalidad se traduce en la situación de vulnerabilidad en que se pone a las trabajadoras sexuales: proxenetas y extorsión policial, trabajo en negro, violencia física, simbólica y psicológica, abuso, falta de derechos, discriminación. 
   “¿Quién no es explotado en su rubro o en su trabajo?”, se pregunta Soledad. Por un lado prostitución, por el otro trata de mujeres. Hay una diferencia fundamental entre ambas situaciones que se tiende a obviar: la decisión de la mujer. El tener derechos implica también que nadie explote su cuerpo más que ellas. Tienen voz; organizadas, exigen al Estado una respuesta para por fin abandonar al estado de marginalidad al que se las somete. Tienen derecho a ser escuchadas; con esa voz piden a gritos que las dejemos ejercer sus derechos como Trabajadoras Sexuales y que nadie las extorsione ni se quede con su trabajo.

Mujer oprimida
   Analicemos ahora desde otra óptica, contemplando la posibilidad de que el ejercicio de la prostitución “ataque la vulnerabilidad”, en palabras de la licenciada Patricia Gordon.  ¿Qué ocurre con aquellas mujeres que terminan ejerciendo la prostitución como producto de una situación social, cultural y económica desfavorable? En el caso de optar por un trabajo para el sustento económico individual o familiar ¿por qué una mujer, con todas las posibilidades, elegiría un tipo de labor en el que es cosificada, humillada, en el que sus deseos son reprimidos, y su cuerpo deja de serlo para convertirse en instrumento de trabajo? 
Se trata pues de una “sexualidad represora”, explica la Lic. Gordon: “no hay libertad, no hay un espacio de deseo, no hay un espacio de libertad, no hay un acuerdo igualitario, porque lo que está mediando es el dinero y lo que hay es una relación de poder”. En este marco, ¿el Estado debería simplemente aceptar la prostitución como trabajo o debería ofrecer oportunidades a todas las mujeres para que puedan optar por una labor en donde no se dé esta situación?

   Si el Estado continúa en esta posición abolicionista, cerrando whiskerías o privados, prohibiendo avisos de oferta sexual en el “Rubro 59”, permitiendo que la Justicia siga sin actuar ante los muchos casos de prostitutas asesinadas por la policía, la consecuencia son mujeres sin sustento económico, amparadas por redes de proxenetismo. Con lo cual, lejos de acabar con la trata (y la prostitución), se fortalece a los proxenetas y los círculos policiales y judiciales cómplices, mientras las mujeres son cada vez más vulnerables y tienen cada vez menos derechos y menos voz.
Ahora bien, si el Estado reglamentara el Trabajo Sexual ¿dejaría de haber circuitos de trata o explotación sexual? ¿Dejaría de ser la mujer objeto de demostración de poder de una sociedad patriarcal que la humilla por puta? ¿Comenzará a ser un ser humano para esta sociedad de negocios?

Entonces ¿cuál será el problema, la prostitución o el negocio que de ella se hace? 



Agradecemos especialmente la enorme colaboración de la compañera Soledad Díaz, Secretaria Adjunta de Ammar Nacional y a la compañera Lic. Patricia Gordon integrante de la Alameda MdP.



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