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¡PASALA BOLUDO!

… soy la madera del tablón que grita el gol de los domingos…

La Guardia Hereje
                                                                                                                                       Foto: Jerónimo Gonzalez

   El futbol siempre abarcó mucho más que los 90 minutos que algunos creen que significa. Fue nuestra infancia, y los muchos años que le siguieron. Fue nuestra forma de crecer, pensar, conocernos, sentir, soñar, querer, y sobre todo de sufrir.

   Cuando éramos chicos, disfrutábamos todo. La media que soñó ser una pelota, el partido que se suspende por lluvia, porque pasa un auto, porque da para tomar unos mates, o porque la vecina de al lado ya salió a los gritos diciendo que no puede dormir la siesta. Incluso, disfrutábamos el ¡pasala boludo! La rodilla raspada por el cemento, la pierna del otro que se cruza entre las nuestras, las puteadas interminables. Nos enojábamos cuando la disputa de si fue palo o no (indescifrable cuando el arco lo delimitan las zapatillas) se resolvía a las trompadas.

   Pero con el tiempo, empezamos a disfrutar las pintadas en el terreno baldío que está a la vuelta, los domingos en la cancha, la barra de amigos. Incluso las corridas en el barrio.

   La casa de ese amigo que tiene tele, y entramos todos. Los partidos a la tarde con birra, a la noche con vino. Los mundiales a horarios extravagantes. Las finales de los campeonatos cuando ya no disputamos nada.

   La cantidad de birras y vinos que pagamos (y nos pagaron), por las apuestas previas a los clásicos. Las chicanas del lunes. El malhumor que dura hasta el jueves.

   Las puteadas al árbitro, por el penal mal cobrado. Las infinitas repeticiones de ese gol. El tiro libre del minuto 47. El cambio que veníamos pidiendo desde el primer tiempo.

   Disfrutábamos todo, mientras sufríamos las promociones, las turbulencias de los dirigentes, los jugadores que se van, los que se quedan. Y sobre todo, sufríamos por desconocer lo que hay detrás de los millones que manejan aquellos que ya se olvidaron de la media en la vereda.



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