opinión


ATRAPADOS EN LIBERTAD
                                                             por Damián Ferreyra


   La derecha argentina salió a las calles a manifestar su odio de clase. Se trata de un grupo de personas proveniente de los barrios más ricos de Capital, que muestra su hilacha golpista cada vez que puede, violenta como siempre en su historia, pero impotente esta vez porque sólo genera repudio y no cuenta con el consenso necesario para instalar sus preocupaciones en la agenda política de toda la sociedad, ni con las fuerzas armadas en condiciones de ser una alternativa como en épocas pasadas. Y de aquel pasado también llega el eco de sus ancestros, cuando el sentido común impuesto por la dictadura militar en los setenta fue avalado por un sector importante de la sociedad civil, que justificó y fue cómplice del genocidio.
   La derecha argentina está enfurecida por la falta de libertad, o al menos eso es lo que dice cuando se le pregunta el porqué de las manifestaciones con cacerolazo incluido. Pero rápidamente se advierte el trasfondo ideológico: el gobierno le da demasiados derechos a los marginados que, a veces incluso llegan a ser extranjeros, y para peor, de países limítrofes.
   La gesta fascista de la derecha argentina, que triunfó con los militares en los setenta, fue profundizada por diez años de menemato. Son ellos “Exactamente los mismos de toda la historia nacional. Hay sí algunos cambios en la capacidad de incidencia, que en realidad se remiten a la penetración mediática. La prensa reaccionaria jamás tuvo un papel tan preponderante, no sólo por la vastedad de los recursos tecnológicos sino porque directamente comanda a una oposición que no tiene ni tan siquiera figuritas de fuste. En
ningún lado. Ni político, ni social, ni sectorial, ni intelectual.” (Aliverti, Marca de Radio, 02/06/2012) Pero hoy esa misma derecha está desorientada y desarticulada. Si uno de los argumentos más fuertes de estos verdaderos mamarrachos políticos que marcharon desde sus caserones hacia Plaza de Mayo, es la dificultad para comprar dólares (y la justificación de la “cuestión cultural” que los argentinos tenemos con el dólar la explicación más racional que poseen), esto no hace más que mostrar hasta dónde llega el profundo lazo con las vivencias de los años noventa, donde la libertad significó prácticamente lo mismo que capacidad monetaria, y el consumo fue la vara con que se midió la realidad social de todas las personas. El menemismo, y particularmente la convertibilidad, retornan a este presente como una característica idiosincrática que hoy expresa una parte no menor de la sociedad en su modo de sentir el mundo. Todo esto se complementa con un grueso colchón de misoginia, xenofobia, machismo, autoritarismo, racismo, y odio exacerbado de quienes no dudaron en salvarse condenando a los treinta mil que pagaron con su vida el sostenimiento del statu quo en los setenta, y que son los mismos que se encargaron de difundir sus ideales en los noventa a través de Marcelo Tinelli, Susana Giménez y toda la comparsa que vino detrás. Los mismos que ahora danzan como una murga desencajada por las calles porteñas reclamando a la democracia su derecho a ser golpistas.
   La derecha argentina no admite políticas de bienestar. Sólo se moviliza en defensa de la propiedad privada con reclamos por más seguridad, cuando el acto es convocado espontáneamente por algún líder apolítico que tiene sus intereses más allá del espurio interés económico. Así ocurrió con el caso de Axel Blumberg. La cosa sucia no debe nombrarse. Mejor es hablar en nombre de la libertad, aunque ello signifique otra cosa, como la compra de dólares, o la defensa abierta y llana de Mauricio Macri, como sucedió el mes pasado. “El miércoles 23 de mayo, cerca de 300 personas se juntaron frente a los tribunales de la capital porteña para reclamar por una justicia independiente del poder político, en una protesta promovida por el partido opositor PRO” (“¿Cacerolas o piquetes? Los usos de la violencia”, Francisco Longa, Marcha, 04/06/2012)
   Las agresiones a numerosos periodistas oficialistas que cubrieron los cacerolazos es sólo la parte más escandalosa. Pero un poco más allá subyace el discurso golpista de una derecha enfurecida que no comprende el momento político y camina a tientas, sostenida por los grupos hegemónicos, que vienen perdiendo metros en lo que alguna vez fue su terreno más próspero, el de la comunicación.
   La derecha argentina se reagrupa. Torpemente, sí. Pero lo hace. Detrás de estas movilizaciones aparecieron personajes como Cecilia Pando: “En los estertores del verano del 2005, la esposa del mayor del Ejército Rafael Mercado empezó a construirse como icono de la ultraderecha a partir de una carta de lectores publicada en La Nación. La defensa del entonces obispo castrense Antonio Baseotto fue la excusa para criticar la política de derechos humanos del gobierno.” (“El verdadero rostro de Cecilia”, Nora Veiras, Página/12, agosto de 2008) Y a esto hay que sumar el fiel acompañamiento de los medios. La asamblea que-quiere-preguntar, aunque no sabe bien qué cosas quiere preguntar (como le ocurrió al propio Fernando Bravo en el programa de Lanata), materializó a un sector del periodismo: Ricardo Kirchbaum; Magdalena Ruiz Guiñazú, Nelson Castro, Edi Zunino, Sylvina Walger, Susana Viau, María Laura Santillán, Pablo Sirvén, Marcelo Longobardi, Ceferino Reato, Rodrigo Lloret, Diego Leuco, Daniel Seifert, Diego Rojas, Alfredo Leuco, Daniel Santoro, Sergio Lapegüe, Nelson Castro, Mario Massaccesi y Fernando Bravo entre otros.
   Por supuesto, no pueden faltar las expresiones políticas de los sectores rurales, con sus claras intenciones destituyentes, para completar el mapa, ni los grandes capitales concentrados, ni todos aquellos grupos de poder que funcionan mejor bajo el signo neoliberal, apoyados por una clase media alta que sale a las calles a cacerolear. Pero “…lo que deberá certificarse otra vez, y no será la última, es el grado de convicción de las grandes mayorías para no caer en el juego de esa gente. No de los políticamente vacíos: de los corporativamente lúcidos para hacerles creer a aquéllos que el interés de sector es el de la Patria.” (Aliverti, Marca de Radio, 02/06/2012)
   Y aquí también deberá estar puesto el acento desde los sectores populares organizados, que aún no logran manifestarse claramente en el ámbito político como fuerza real, sabiendo que el lugar de la oposición es ciertamente el lugar de la derecha, pero el lugar de construcción crítica está siendo difícil de encontrar sin perderse en los márgenes de la vida política, o refugiarse en el lento transitar de las construcciones sociales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario