Entrevistas


QUEDA TANGO PARA RATO
                                                                         Por Ayelen Touzet y Jerónimo González

                                                                                                                                                                              Foto: Ayelén Touzet

   El ascensor de un apart-hotel de la ciudad baja lentamente, del noveno piso hasta la planta baja. Al llegar, un instante de silencio, se abre la puerta, aparece el maestro. Ya vestido para el concierto. Primero el saludo, la presentación, el agradecimiento, y luego su primer comentario: lo inquieta el devenir de la noche, lo preocupa cómo sonará su orquesta y la concurrencia del público pese al frío.
 Camina con su frente casi paralela al piso, setenta y tres años de bandoneón se delatan en su cuerpo. Pero será la única vez que lo veamos en esta postura, ya en el escenario se encuentra firme y con la misma vehemencia de su bandoneón . Una vez acomodados, espía el resultado de un partido de futbol en el televisor del lobby, y comienzan las preguntas.

Leopoldo cuéntenos un poco de los tiempos en que tocaban las orquestas, ¿Como trabajaban, como difundían su música, como se grababa?
  Eso es un tiempo memorable de la historia que a mí me tocó vivir. Tal vez en alguna generación anterior fue parecido, pero yo entré justo en esa década del ´40, que fue gloriosa para la historia del tango. La gran difusión que tenían todas las cosas nacionales, porque no era solamente con el tango sino con el Folclore. Todo lo que era argentino, primero.
 En la época que empecé a trabajar profesionalmente, con cualquiera orquesta que hubiera tocado aunque no fueran orquestas de mucho arraigo popular y con presupuestos más bajos que la de un cartel, uno podía vivir. Porque tenía la posibilidad de trabajar, podías actuar en una confitería, en un cabaret, en los bailes. En ese momento, se hacían ocho, diez bailes mensuales. Los fines de semana y feriados, había bailes por todo Capital, en los grandes clubes. En la radio las orquestas firmaban contrato por seis meses, actuaban dos meses y descansaban otros dos meses, así hasta cumplirlos. Prácticamente todo el mundo tenía asegurado eso y no era solo el tango, estaban las grandes orquestas de jazz, las orquestas características, los números vivos en la radio, los radio teatro. Era como que la televisión y el teatro estaban juntos en la radio. Pero con la diferencia que era programas excepcionales sobre todo tres radios que fueron las número uno: Radio El Mundo, Radio Belgrano, Radio Fleming. Ahí fue donde hice casi 18 años de mi vida, como director de orquesta estable, porque las radios tenían orquestas fijas estables. Ahora no hay fijas estables, ni fijas de las otras. La gente que difundía el tango, el setenta, ochenta por ciento, eran entendidos del género. Sabían lo que estaban pasando, sabían quienes estaban tocando, quienes eran los músicos. Y no eran simples leedores de etiqueta de una grabadora, que leían: `toca la orquesta tal, con tal tango y canta
fulano de tal´. No, ellos se permitían dar información exacta de lo que era todo ése movimiento. Hasta algunos se atrevían a opinar, que yo no lo veía bien a eso. Porque una cosa es presentar algo y que el publico decida si le gusta o no. Pero muchos de ellos eran autoridad para opinar sobre algunas orquestas, estilos, cantores. Había un movimiento muy grande que había llegado a la juventud, en cualquier barrio, en cualquier club.
Foto: Ayelén Touzet
 Después hacíamos grandes giras por el interior del país, después vino la posibilidad de viajar al exterior. Las grandes fiestas, los carnavales todo se aprovechaba. Todos vivíamos de la música.

Podría decirse que Julio Sosa fue el mejor cantor que lo acompañó?
 Que yo acompañé!

Bueno, eso podría discutirse...
 Yo no voy a decir que fue el mejor cantor, pero fue el más importante y una de las figuras más destacadas del tango en toda su historia. Pero yo nunca digo, `fue mejor o peor que otro´, porque hay distintos temperamentos, estilos, personalidades. Que a unos les gusta y a otros no. Lo mismo pasa con las orquestas: una cosa es no coincidir con el estilo de alguna orquesta, y otra cosa muy distinta es decir `esto es una porquería, no me gusta, no sirve, no es tango´. Yo con esa no la voy.

Hay una anécdota que contó ud. que recuerda cuando repasaban con Piazzola antes de una audición de radio, y le dice a ud. que toque para afuera, sin temor ¿podría contárnosla?
-Nosotros estábamos en el octeto, y lo que había ahí era muy complicado. Hasta a él también le venía problemático lo que escribía. Y cuando hacíamos alguna audición de radio, cada uno estaba repasando su parte había un gran barullo en la sala. Y yo mirando una variación, algo que había escrito. Y él a la vez otra. Y después queríamos pasar los dos juntos lo que estábamos mirando. Y faltaba media hora para la audición y no salía con la justeza que queríamos, porque venía muy incomoda la posición. Eso lo superás cuando tocás muy seguido, todos los días. Llega un momento en que la mano se va sola. Pero cuando vos lo estás tocando por primera vez o viene mal digitalmente, es comprometido hacerlo. Y me acuerdo que veníamos los dos craá-craá, nos trabábamos, mas o menos, en el mismo lugar. Y él dejaba el bandoneón, así lo dejaba en el piso. Mirá, sabés lo que tenés que hacer, como hago yo. Cuando llegue el momento de tocar, baja la cabeza y hundí la tecla bien a fondo con la seguridad de lo que vas a tocar y si te equivocás que se escuche de la Quiaca a las Malvinas. Pero no toqués para adentro por el temor a equivocarte, porque así no es la cosa, hay que dejar todo.
 También hay muchos bandoneonístas que son muy buenos instrumentistas pero pareciera que no sienten lo que están haciendo. Yo no digo que hay que romper el bandoneón para tocar bien, pero hay una expresión física hacia el instrumento cuando uno le está poniendo el alma que se trasmite a través del sonido. Hay muchos bandoneones que tocan bien pero no sabés si están posando para una foto. Pero eso no es grave. Si la persona toca bien, toca bien, se acabó. Ahora lo que veo yo que cuando se tiene esta condición fría del instrumento es muy difícil que se vuelva una figura destacada y conductor de una fila de bandoneones. Me dan la impresión que son momias que tocan bien, nada más.
Foto: Ayelén Touzet

Considerando la no fabricación de bandoneones, desde hace más de cinco décadas, y el perecer de grandes bandoneonístas como Troilo, Piazzolla, Juarez y otros tantos. ¿Cómo ve el tango de ahora en más?
- Esos bandoneonístas, violinistas o pianistas que lamentablemente no están más, fueron figuras que marcaron un hito en la historia de la música, que nos indicaron un camino. Cada cual puede hacer cosas de acuerdo a su propio gusto, a su personalidad, pero siempre con una línea y una raíz tanguera que la hemos aprendido de ellos. Sin embargo, hoy en día hay muchísima gente joven tocando el tango. En mi orquesta tengo dos o tres, y cuando les pregunto si hay más bandoneonístas con sus aptitudes, me dicen que si y me nombran a ocho o diez, que yo no les conozco ni la cara, pero que de repente escucho una grabación y al preguntar quiénes son los bandoneones, es toda gente nueva. Es decir, por ese lado el tango está asegurado, no le van a faltar músicos. Y con respecto al instrumento bandoneón: la mayoría de estos pibes nuevos han tenido en la familia algún bandoneonísta que no está más, que dejó su instrumento como recuerdo, y ahora ellos los usan. El por qué no se fabrican más, nadie lo sabe, es un misterio. Se han hecho bandoneones nuevos pero no dan el resultado de esa serie de bandoneones que tienen, fácil, arriba de los 100 años. Aparte, dentro de todos esos viejos bandoneones, hay algunos que no han salido buenos. Aun siendo de la misma serie, no suenan todos igual, porque el bandoneón no era un instrumento que lo hacían con una maquinita, ahí había artesanos trabajando cada bandoneón como una pieza única. Yo no se si es por la madera que usaban en Alemania, si el acero que tiene la lengüeta estaba templado de alguna u otra manera, o algún tema de proporciones en la aleación de zinc y aluminio de cada peine...no se, es un misterio. Hay modelos donde todo es de aluminio, pero ese material tiene un registro hasta cierta intensidad y nada más, le falta la profundidad del sonido del
bandoneón lindo. Los hicieron de aluminio quizás para que sea más liviano al sostenerlo, quizás porque nunca pensaron que lo usaríamos nosotros para tocar algo como el tango, donde hay que poner toda la energía y un gran sentimiento. Claro, ellos lo usaban en las iglesias, en las misas, tocaban melodías religiosas. Pero volviendo al tema: el tango no está en vías de extinción. Son épocas duras, si…pero no solo para la música, si no para todas las profesiones. Hoy en día cuánta gente recibida, con un título, de repente tiene que salir con un remisse a ganarse el día.

Pasada la media hora de charla, alguien empuja la puerta. Es su nieto, quien a su vez también es su asistente. Avisa a Leopoldo que ya es tiempo de terminar. Entonces le hacemos la última pregunta.

-Qué lo motiva para seguir tocando después de tantos años?
No me motiva nada. Me enganchan y voy…y quiero cumplir, nada más. Todos los días pienso, `esto, algo más y termino´, pero aparecen de algún lado para ir a tocar, y los muchachos de la orquesta me dicen, `no dejemos de hacer´, entonces nos juntamos y vamos nomás. Así estoy hace cinco años.


 Foto: Ayelén Touzet

Con ayuda de su bastón se pone de pié, y se marcha despacio, tal cual como vino. Más allá de la puerta, están sus músicos. Y más allá del hotel, a pocas cuadras, un teatro repleto lo espera, por primera vez en Mar del Plata, para ovacionarlo de pie al final de su último compás.

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