Por Josiana García y Martín García
"...Sheriff! Sheriff! Tapales la nariz Sheriff! Sheriff! con bollitos de tissue Sheriff Sheriff! ladra! ladra y mordé! No permitas que pise mierda en mi jardín!. No tienen norte, no tienen salvación, hace el trabajo y redimilos, por favor! Que se mejoren allá en la eternidad, rompeles el buñelo y quita mi pena así. Sheriff! Sheriff! mi sheriff gigolo Sheriff! Sheriff! mete bala por favor! Sheriff! Sheeriff! con tu gracia criminal empezá la puta cosa y sé feroz. Es un rebaño de rehenes tu porción, con tu infierno en cada esquina y sin control.Te quiero frió, despiadado y fatal, pasamontañas con hocico rastreador. Afilando tu guadaña me esperas, con tu chivo taquero ves y rezongas. Algun dia sera esta vida hermosa, y me someto por eso a tu voluntad. Sheriff! Sheriff!"
Indio solari "Sherif"
Entró por la nuca y salió por el pómulo. Así describen los diarios la trayectoria que recorrió la bala que mató a Maximiliano Villaruel. Tenía 22 años. Cayó muerto en las calles del barrio Santa Rita de Mar del Plata cuando, según los vecinos, un policía le disparó por la espalda durante una persecución. Fue el viernes 15 de junio a la tarde. Dos supuestos homicidios y el robo de un auto constituyen el frondoso prontuario que anuncian los policías alrededor del cuerpo estirado en el piso. El frondoso prontuario parece justificar un posible fusilamiento.
La policía limitó la escena del crimen con una cinta roja y blanca. Lo primero que dijeron a los medios de comunicación fue que la bala había llegado de la villa. El fiscal Mariano Moyano llegó poco después junto con la Policía Científica. Se decía que la escena del crimen podía haber sido contaminada. Mientras tanto, el humo de las gomas que prendieron los vecinos, se perdía entre el cielo gris. Su cuerpo estaba tirado en medio de la calle. Lo tapaba una frazada marrón que la Brigada de Investigaciones le tiró encima. Dos policías con guantes de látex levantaron el cadáver. La calle de tierra se manchó de rojo. Las vainas las juntó un testigo y se las entregó al fiscal. Moyano se dirigió a la comisaría decimosexta a secuestrar el libro de guardia para la causa. Desde ahí, la morguera se llevó a Maximiliano. Desde temprano, el Grupo de Apoyo Departamental estaba en el barrio. Estaban para calmar las posibles reacciones de los vecinos. Pero las piedras volaron igual. Esa fue la primera reacción contra lo que consideraban otro caso de impunidad policial.
Las reconstrucciones del hecho indicaban que esa tarde Maximiliano se fugaba de dos policías -entre ellos Bruno Díaz acusado del homicidio de Villaruel- junto a un chico de 16 años en un Ford K negro que había robado el día anterior en Irala al 5300. Que además, Maxi estaba imputado y con pedido de captura por dos homicidios en Villa Gascón. Que dos balas habían impactado en su cuerpo: nuca y espalda. Que otros dos policías llegaron después de que la bala le atravesara la cabeza.
Cuando la noche comenzaba a caer, la noticia había cruzado las fronteras de Santa Rita y Villa Evita. La bronca contra la policía se despertó en barrios linderos como Las Heras, General Pueyrredón y El Martillo. Los pibes de los barrios comenzaron a concentrase a dos cuadras de la comisaría. Con cajas hicieron pancartas que exigían justicia. Consiguieron bombos y cantaron contra la angustia. Avanzaron por la 31 hasta donde los dejó el cordón policial. Prendieron gomas y una voz se impuso
-¡Queremos saber qué hicieron con Maximiliano! ¡Queremos que el Comisario nos explique por qué mataron a otro pibe!
Enseguida comenzaron a tirar piedras contra la policía y el frío del barro se estremeció de calor cuando explotaban los gases lacrimógenos que desde las filas atrincheradas disparaba la policía. Los pibes avanzaban y retrocedían en las vías del tren. En ese punto donde nace la villa, los ladridos de perro y se divide el asentamiento de chapas, de la comisaría. Las calles de barro, la luz tenue de la noche que olía a represión y el gas que hondeaba entre el viento. Aunque picara la lengua y se hincharan los ojos, la avanzada se refugiaba de los balazos atrás de las chapas de un techo. Los gases caían al lado de los ranchos. Les tiraban agua para apagarlos o intentaban patearlos lejos. También cayeron bombas tubo, que parecían un gas
-¡Las largas noooo! ¡No pateen las largas que explotan!-Se escuchaba.
Dos horas se mantuvo el escrache a la comisaría. La bronca nacía de la constante violencia que reciben los pibes de los policías de la zona. La cantidad de palizas, las persecuciones, los casos de gatillo fácil que nadie denuncia.
El lunes 18 de junio las pericias en el cuerpo de Maximiliano indicaron que había muerto de un solo disparo. El fiscal declaró que no había elementos para probar que las personas que escapaban en el Ford K negro tuvieran un arma. También dijo que se estaban cotejando las vainas entregadas por un testigo con las armas de los cuatro policías que estuvieron en la escena del crimen desde el comienzo. Desde su detención, Bruno Díaz se encuentra acusado de homicidio. Se negó a declarar y la versión de la policía insiste con que la bala vino de la villa.
La violencia policial contra los pibes de la zona es una queja que se escuchó durante el viernes en las calles de Villa Evita y Santa Rita. La reacción de la bonaerense contra los pibes chorros de la periferia es el Gatillo Fácil. Matar por atrás. Pegar en la oscuridad de la impunidad y justificar la violencia con las hojas de los frondosos expedientes de los delincuentes.
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