LOS OJOS
Por Damian Ferreyra
Foto: Jerónimo González |
Sucedió en un afamado barrio porteño, que al probar su plato canadiense al pan, a un refinado caballero se le apareció una imagen, o una voz, o las dos cosas, que le dijo: cada vez que me claves los dientes, tendrás que mirar mi rostro inyectado en sangre y odio. Y el hombre aceptó, porque ya era tarde para convertirse al vegetarianismo (y poco digno para una historia).
Pero a la salida de aquel restaurante, el cuidador de su auto le dijo con-el-mismo-timbre-de-voz, mientras la cara le sudaba y enrojecía: que tenga usted buenas noches, y estirando la mano recibió, sorprendido, los ojos de aquel pobre hombre, que ya no tenía intención de pagar con monedas.