Opinión

LEY DE SALUD MENTAL... EL CAMBIO RECIEN ARRANCA 
                                                                              Por Juan Pablo Banfi*




 Hablar de salud mental en Argentina o del sistema de salud mental es el resultado de muchos olvidos e intereses, que sistematizados, son el reflejo de un modelo de atención centrado en la exclusión como modo terapéutico de las personas que sufren algún padecimiento mental y la atención psiquiátrica homogenizada por la “efectividad” del fármaco en trabajar la enfermedad. Fármaco como única medida de “aplicación” en vías de una cura, que muchas de las veces no llega por falta de medios institucionales, que en tantas mas de las pocas veces reales, no sucede por falta de recursos y en la mayoría de las no-posibilidades que sufren las personas que entran en el circuito del sistema de atención de la enfermedad mental en las instituciones correspondientes. El encierro hospitalario paradójicamente y realmente atenta contra la persona en cuestión, porque reducida a una historia clínica, a un número de ganancia para las empresas farmacéuticas y reduciendo a lo biológico/orgánico las cuestiones mentales no tiene respuesta adecuada para su mejoría y desarrollo de bienestar en un sistema de atención, viciado por la nulidad y el encapsulamiento para mantener un trabajo determinado, sin ver otras posibilidades o alternativas. Desde instituciones que aplacan la subjetividad, borran toda particularidad de la persona y apaga todas sus potencialidades en la hegemonía de actos y tratos diarios, atendido por pocos profesionales y regido por un saber dominante como director del tratamiento. Donde se sabe que tanto la salud como la enfermedad son multidimensionales y complejas como para ser solo tratada o trabajada de una forma determinada. Pero desde las instituciones proponen una linealidad estratificada de accionar y posibilidades. Culturalmente, históricamente e impositivamente la cuestión mental fue siempre tomada como enfermedad mental. Desde sus orígenes de tratamiento una vez reconocido el “loco”, “demente” o “alienado” como sujeto de derecho en los fines del siglo XIX , estos sujetos diferenciados de la normalidad tradicional de la hegemonía social, fueron objetos de estudio de la ciencia que creció en alcance e incumbencia, respecto al tratamiento y la ganancia del padecimiento mental humano. La psiquiatría surgida de la mezcla del derecho y la medicina fue la ciencia encargada de “curar”, controlar y direccionar a las personas fuera de sí. Estas personas condenadas a deambular callejeramente por pobreza y soledad fueron primero definidas por la nueva ciencia, y luego apartadas en las nuevas instituciones encargadas de su exclusión en mantener el control social desde los ámbitos reconocidos. Surgieron primero los asilos de “endemoniados” desde la reclusión en iglesias, luego en la mezcla con depósitos de personas, brotaron la creación de los leprosarios e instituciones de apartamiento, y en marginación de “entes diferentes” y diferenciados en los primeros manicomios de alienados. Llegado el siglo XX, la expansión de la medicina en tratar las enfermedades del ser humano, la expansión del ser humano y su mente en el sufrimiento dentro de un mundo cada vez más desigual y agobiador, de las relaciones vinculares coartadas y relaciones restrictivas, la psiquiatría encontró en la denominación de síntomas y catalogamiento de los mismos, una herramienta de tratamiento y control de la enfermedad mental, el fármaco. Surgen así los hospitales especializados en problemas psiquiátricos. Hospitales que comparten con la cárcel la lógica de poder y homogenización de hábitos, de posibilidades y restricciones, de horarios y castigos, diferenciándose solo en la medicación. El síntoma y su atención, el fármaco y el sistema hegemónico de salud globalizado; la ciencia psiquiátrica, las instituciones de encierro y el lucro de la enfermedad desde las empresas farmacéuticas realizaron el coctel optimo para la patologización de la vida cotidiana, para definirla desde el manual diagnostico de enfermedades mentales (DCM) y la medicalización de todos los síntomas visibilizados estadísticamente que en él se trasmiten en sus 4 versiones reformuladas y recargadas con cada vez mas síntomas, trastornos y malestares, los cuales se enseñan en la ciencia médica especializada en la mente humana. Pero que sin ninguna prueba, estudio o muestra real de todos los trastornos que trasmitía, solo de algunos pero pese a ello, el desarrollo de la psiquiatría en el control de la vida humana, la medicina y la pastilla, fueron ganando culturalmente terreno en la sociedad de consumo, que centralizado en una triada de poder-saber-negocio, en el sistema manicomial de atención-el saber psiquiátrico único-el fármaco como tratamiento preponderante, siguieron contribuyendo a borrar los derechos humanos de las personas internadas y del derecho de tratamiento a ser un servicio de consumo. Desde sus inicios todas las instituciones de encierro y exclusión son solo eso, para resguardar a la sociedad de sus diferentes, de mantener un status quo de poder ante las diferencias sociales y de correr a los no productibles en el sistema económico. Michael Focault con las prisiones, Franco Basaglia con los Psiquiátricos, Paulo Freire o Edgar Morin con el sistema educativo mostraron las contradicciones de las instituciones tradicionales en “beneficio de la sociedad”; la cárcel no re-socializa, los psiquiátricos no curan, y la escuela enseña solo una forma lineal. Que sin tener en cuenta, ninguna de las instituciones, visibiliza las potencialidades, la creatividad y la diferencia como forma de trabajo para una construcción colectiva, inserción acompañada o aprendizaje compartido. Desde fines del 2010, Argentina siguiendo el modelo Desmanicomializador Italiano y la reforma Psicosocial Brasileña, con los antecedentes de la reformas en salud mental de San Luis como Rio Negro, promulgó la Ley Nacional de Salud Mental y Adiciones enfocada en DD.HH., donde da vuelta el tablero y por no decir el mundo tradicional de comprender, pensar y trabajar con personas que sufren algún padecimiento mental. Centralizar en derechos humanos en pleno siglo XXI, luego de pasado más de un siglo de la instalación de las instituciones asilares manicomiales, de la proliferación de la psiquiatría como tratamiento del malestar humano y la globalización de la medicalización de las sensaciones humanas naturales y comunes, dan cuenta de las contradicciones, de poderes e intereses, saberes e intenciones, ya que los lugares de cura no curan, que las personas que ingresan en hospitales psiquiátricos enferman mas por la institución que por lo que anteriormente portaban al entrar, del olvido de los olvidados de un sistema social que marginó siempre la diferencia y de la medicina que recluye, a los que no producen ganancias. Pero que en ese espacio de tratamiento siguen generando ganancias a las corporaciones farmacéuticas. La ley plantea que ya no se pueden abrir más hospitales que generen muerte y abandono como los hospitales psiquiátricos, pero para ello es necesario generar espacios de contención y alojamiento tanto clínico, afectivo, terapéutico como socio-laboral, para que ninguna persona termine recluida, comprendiendo que la salud mental y la salud en general es más amplia que cualquier saber que la trate, el trabajo en equipo, las múltiples miradas y actores en participar en una cura, tratamiento o acompañamiento son las que pregona dicha ley. Haciendo ruido en la formación académica de los profesionales que harán el cambio del sistema asilar manicomial, al de tratamiento comunitario de salud mental o de tratamiento en hospitales generales, para evitar el traslado y hacinamiento en las instituciones psiquiátricas. Ya que ante cualquier órgano dañado, síntoma manifestado o número de historia clínica son personas con capacidades, saberes y experiencias a ser retomadas para su bienestar. También dicha ley descentraliza la atención mental desde el saber psiquiátrico, además de proponer una desistitucionalización de las personas ya internadas, propone una atención integral desde diferentes profesionales para desmedicalizar únicamente el cuidado, control y tratamiento de cualquier padecimiento mental. Desarrollando nuevas formas de atención primaria de salud para alojar la llegada de demandas en cuestiones de salud mental. Si bien la medicación es necesaria e útil, la sobre medicación por castigo dentro de una institución o por conveniencia económica desde las consultas individuales plantea que no es la única forma y que llegado el caso, la medicalización es la ultima forma de tratamiento previamente habiendo agotado otras posibilidades, sean clínicas, terapéuticas, artísticas, etc. desde los diferentes actores o sectores que atienden a la persona en cuestión. La Ley Nacional de Salud Mental (nº26.657), abre el juego a otra forma de atención tanto de la salud mental como del sistema de salud en general, pregonando en la prevención y promoción de la salud de las personas, para no centralizarse en la enfermedad o lo dañado, buscando las potencialidades, y la participación colectiva, la interdisciplina, las múltiples miradas e intervenciones donde cada persona será atendida por su particularidad dejando la homogenización de hábitos, costumbres y pocas oportunidades de lado, cuestiones centrales en el sistema anterior a la formulación de dicha ley. De ahora en más los trabajadores de la salud tendrán que romper moldes por un tratamiento más holístico, por trabajar junto con otros en equipo y de repensar su práctica cotidianamente por cada persona que llegue a consultar o atenderse por algún malestar. Que no hay un saber sobre otro y que entre todas las miradas se llega a una mejor objetividad de atención. La Desmanicomializacion es el punto de llegada de una lucha de más de 30 años de varios actores alternativos al modelo de atención manicomial, y la ley es de ahora en mas es el punto de salida para armar otro sistema a de salud mental. Como la salud y salud mental no son solo por una cuestión determinada o ausencia de algo especifico en las múltiples inscripciones y dimensiones que afectan a cualquier ser humano, la ley marca y deja precedente a un cambio cultural más general, donde la salud mental es cosa de todos, donde todos somos parte tanto del tratamiento como de la cura o contención, por el cuidado de la de cada uno con la de los demás y donde todos la hacemos día a día conjuntamente por una mejor sociedad. * Integrante del Grupo CAER (Colectivo de Arte y Desmanicomializacion), participante del grupo Desheredados de la Razón (trabajando en el Teatro de Rehabilitación del Hospital Neuropsiquiatrico Alejdandro Korn de Melchor Romero en La Plata), miembro de Artesana Cooperativa en Salud Mental de La Plata. Estudiante de Psicología, Acompañante Terapéutico, Psicodramatisca (en formación).