FESTIVAL AZABACHE
Por Martín García y Paolo Manzoni
Foto: Romina Elvira |
El Festival Azabache es una bomba cargada de crimen, periodismo, literatura y politica que va cediendo lugar a la critica social, inexistente en los medios de comunicación dominantes, donde la policía y el poder judicial son protagonistas claves. Quizas no tengamos idea hasta donde es el mismo perro, el que busca morderse la cola.
¿Podemos ser el asesino? ¿Ser el mismo, con sus demonios y sus amores; sumergirnos dentro de su cabeza en el momento en que la sangre explota en el cuerpo que va cediendo a la vida?
Los escritores que deambulan entre nosotros, esconden detrás de sus lentes y atrás de su mirada, historias; a veces de ficción, otras verídicas Dejan latiendo preguntas, incertidumbres y certezas. ¿Quien es Fernandinio, el narco más buscado de Brasil? O ¿Nafta Super?, que desde un hospital del western-conurbano, resiste junto a su banda el intento de la bonarense de darlo de baja. Cruentos delincuentes, que viven encerrados en sus barrios, perseguidos por el poderoso armamento de policías entrenados y de jefaturas donde la policía construye el poder del crimen organizado.
Foto: Romina Elvira |
Son esos pibes marcados a fuego por historias de vida crudas, acorralados por un mundo que no tiene lugar para ellos, y donde la única salida es abrirse camino disparándole al futuro. Realidades profundas, policías corruptos, política manchada con sangre, desigualdad, marginación y una sociedad que sangra desde lugares ocultos. Escritores boqueteros con hambre de urgar en el barro, vomitan crónicas y abren espacios, a fuerza de pasion. Espacio a la duda, espacio al ansia de investigar y embarrarse.
Fue el sábado pasado con la lectura de su crónica sobre Pepita La Pistolera, cuando Cristian Alarcon nos sumergio en una niñez curtida por el viento y la sal del puerto, marcada a fuego por “el hombre que la inició en la guerra, (…) el que comenzó a entrenarla luchando con ella como un borrego, el que la obligó a competir con varones más grandes en peleas callejeras desde los dos años”. El periodista chileno nos arrastra al vestido de encaje lleno de barro, a la vida de uno de los personajes que supo ganarse un lugar especial dentro de la cultura plebeya y criminal de nuestro pueblo. Protagonista del humo orquestado desde los altos mandos bonareneses en la búsqueda de una cuartada para el asesinato del fotógrafo Cabezas, creyendo que la impunidad de los verdaderos asesinos se escondería detrás de este personaje con largo prontuario en las actas criminales de la zona costera.
Hay un muro ético construido en torno al crimen común, sostén de políticas represivas y criminalizadoras de la pobreza, al que estos periodistas-escritores pretenden derrumbar a mazazos, y eso son sus libros. El norte se divisa, lejano, pero claro y los mazazos van contra el muro que resguarda al poder. Por eso estas crónicas y novelas, nacen desde los márgenes, sin perder de vista el centro.
Foto: Romina Elvira |
Azabache fue la escena del crimen. Leonardo Oyola, Rodolfo Palacios y Javier Sinay, entre otros, los autores. La oportunidad de escuchar sus experiencias y reflexiones en dialogo directo con el publico y el acceso a sus obras nos deja un arsenal de nuevos libros, cientos de historias y una puerta abierta a un enmarañado mundo donde los roles se invierten y se mezclan.
Cuando son los escritores quienes dudan e investigan, cuando es difícil distinguir entre criminales y victimas, cuando la policía se encarga de producir noticias, es ahí donde nos vemos involucrados en todo esto. Azabache nos dejó con el arma homicida. Y acabamos de disparar.
Cuando son los escritores quienes dudan e investigan, cuando es difícil distinguir entre criminales y victimas, cuando la policía se encarga de producir noticias, es ahí donde nos vemos involucrados en todo esto. Azabache nos dejó con el arma homicida. Y acabamos de disparar.
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