SOBERANÍA NACIONAL
Foto: Marcos Lopez-Pop Latino |
Desde diciembre de 2001 hasta el día de hoy, el proceso político en nuestro país ha sido muy vertiginoso y exige reescribir y releer continuamente ese momento de nuestra historia, así como cada momento de transformación general de la sociedad. Particularmente en nuestro país, el año 2001 ha sido una bisagra y un punto de quiebre para las políticas neoliberales aplicadas por el gobierno de la Alianza (con Domingo Felipe Cavallo, símbolo menemista, como Ministro de Economía). Si bien el gobierno de Fernando de La Rúa había llegado al poder como alternativa al menemismo, sus políticas se dirigieron en un mismo sentido: ajuste, recesión, criminalización de la pobreza, hambre, colonización cultural, y profundización de un modelo privatizador que se subyugó, siempre que pudo, a los intereses extranjeros, con especial empatía por los Estados Unidos.
Del ajuste al bolsillo del trabajador, y de la recesión económica sufrida sobre todo por la enorme masa de personas desocupadas y arrojadas al margen de la vida social, aún hoy pueden hallarse secuelas. La criminalización de la pobreza fue una respuesta del Estado, por un lado, a la presión generada desde los medios con reclamos de mayor seguridad encabezados por personajes de la derecha como Blumberg (operaciones mediáticas similares encontramos hoy en el caso de Baby Echecopar, que tienen como trasfondo reactualizar la cuestión de la “seguridad”), y por otro, para resolver las protestas de esa enorme parte de la población sumida en la mayor pobreza. Esta criminalización se enmarcó, además, en un cuadro de colonización cultural profunda donde primaron la xenofobia, la discriminación, la misoginia, el racismo, como los pilares que fueron sostén para todo un proyecto de país, para todo un modelo de gobiernos dirigido al continente, e impulsado por las potencias que, mientras tanto, desataban guerras en diferentes partes del planeta para manejar el millonario negocio petrolero (como Afganistán e Irak, o el caso de Siria en nuestros días).
La rebelión de aquel 19 y 20 de diciembre fue el grito de una sociedad desesperada, que no tuvo la organización suficiente ni los objetivos necesarios para proponer un cambio de rumbo, pero sí una consigna clara en rechazo a las políticas aplicadas durante, al menos, sus últimos 30 años: ¡Que se vayan todos! Y sirvió de ejemplo para un continente que sufría los mismos males. Porque este rechazo popular a las medidas de ajuste también se registró en los demás países latinoamericanos. Medidas que fueron impulsadas por entidades financieras como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que se habían instalado mediante la ola de dictaduras en todo el territorio y respondían, como lo hacen actualmente, a los intereses de las naciones más poderosas y de las familias más ricas del planeta.
Todas esas luchas se orientaron hacia la conquista de mayores libertades, y es por eso que pueden relacionarse a los procesos revolucionarios del Siglo XIX, o a las rebeliones en toda América contra la conquista española. Llevan todas ellas el signo de la lucha por soberanía. Soberanía política que, con la presencia de los habitantes originarios, con su identidad y su cultura (que ha sobrevivido al genocidio más salvaje de la historia de nuestro continente) complejiza la cuestión de la “soberanía nacional”, pero en todo caso, el tema de fondo sigue siendo el mismo: el derecho que tiene un país a que nadie se inmiscuya en su vida, el derecho que tiene un pueblo a darse el gobierno y el modo de vida que mejor le convenga.
Foto: Juan López de Mesa |
A más de doscientos años de nuestra Revolución de Mayo, la construcción de soberanía nacional y política sigue siendo un desafío estratégico para el país y la región, y el tema de la megaminería ha dado cuenta del entrecruzamiento antes mencionado, en relación al conflicto con los habitantes originarios y su concepción de la tierra. Con respecto a la represión desatada en Tinogasta durante el mes de febrero del presente año, el Observatorio de la Ley Antiterrorista de www.lavaca.org escribió que “Lejos de amedrentar las protestas, la presunta aplicación de la ley anti-terrorista, las detenciones y la coordinación policial y judicial a favor de las mineras devino en múltiples cortes a lo largo de las rutas nacionales 40 y 60, bloqueando la circulación a camiones con destino a La Alumbrera y al proyecto de Barrick Gold en San Juan. Hay cortes, al menos, en las localidades de Fuerte Quemado, Amaicha del Valle, Belén y Tinogasta. Marcos Pastrana, cacique de la comunidad diaguita en la región, habló con lavaca y contó en primera persona las reacciones (…) En lugar de aplacar los ánimos esto ha producido un exacerbamiento: si van por uno, vienen por todos. La ley no se condice con la imagen de paz social, de bienestar y alivio de la sociedad argentina; no creo que estén dadas las condiciones para que se dicte una ley de esta naturaleza. (…) El estado está haciendo terrorismo, está dando legalidad a acciones prohibidas, están violando derechos humanos.
NAZZA STENCIL |
Es importante remarcar que en los últimos años el tema de soberanía ha resurgido con mucha fuerza. Esto se debe en parte a las jornadas de aquel diciembre de 2001, y en parte a la capacidad de un gobierno que ha jugado inteligentemente a la hora de reconstruir las instituciones y la gobernabilidad de la Argentina, en un contexto continental muy favorable que acompaña este proceso de crecimiento económico y político. La aprobación de la Ley antiterrorista y la explotación del recurso minero mediante técnicas de megaminería son piedras difíciles de sortear en el camino de construcción de soberanía. Pero junto a estos temas también se han elaborado desde el gobierno propuestas con un horizonte estratégico insoslayable, como la expropiación de YPF, la disputa diplomática en torno a las Islas Malvinas, o la estatización de las AFJP.
El debate ya no sólo implica las acciones de un gobierno, sino la responsabilidad con que nuestra sociedad comprometa su mirada a la hora de tomar definiciones, y sepa encontrar los caminos para hacerlo. A doscientos dos años de aquella Revolución de Mayo, pensar la soberanía continúa siendo nodal para la construcción de un país más justo, más libre, e igualitario.