EL VIENTO ES BUEN AMIGO Y TU CANTO ME TRAERA
Por Gonzalo Funes
“Empieza el llanto de la guitarra. Llora. Como llora el viento sobre la nevada. Es inútil callarla. Es imposible callarla…”
Federico García Lorca
Héctor Roberto Chavero, a veces era como el río: llegaba cantando y muchas veces (sin que nadie lo sepa) se iba llorando, peregrino de un sueño lejano y bello, el que venía de lejanas tierras para decir algo. Atahualpa Yupanqui. Jugador de tenis, boxeador, maestro de escuela, hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y periodista, luchador incansable, dueño de una única y particular forma de hacer sonar una guitarra, militante, escritor, poeta inconforme, payador perseguido. Antropólogo, pero no de los de la universidad, sino de esos que se introducen en lo más profundo de las raíces de su pueblo, para vivirlo, conocerlo, construirlo, reproducirlo, fortaleciendo una cultura que creció desde abajo, ligada a las luchas de campesinos, indígenas y obreros explotados.
Nació en la provincia de Bs.As., en el Partido de Pergamino. Pasó sus primeros años de infancia en el pueblo de Roca, del cual recordará a sus peones, gauchos, jornaleros, hombres de curtido rostro, de firme mirar, de fuertes manos encallecías, hombres de mucha pampa galopada, con quienes, bajo abiertas noches de estrellas comenzó a reconocer al amor de su vida: la guitarra.
Luego de una experiencia con el violín, mientras que la familia Chavero pasaba algunos meses viviendo en Tafi Viejo, producto del derrotero de mudanzas promovidas por el trabajo de ferroviario de “Don Chavero”, se instalaron en Junín, donde comenzó a tomar clases de guitarra con un viejo criollo, parco y renegado, llamado Bautista Almirón, que le marcaría a fuego su relación con las seis cuerdas. Los viajes que el trabajo de “Don chavero” exigían dejaron una profunda huella en Atahualpa. Lo conmovían las diferentes maneras de hablar, de vivir y de hacer, de construir la vida y las muy variadas palabras que tienen las diferentes regiones, al punto que durante toda su carrera interpretaría principalmente música del sur, del norte andino y del litoral argentino. Luego de unos pasos por la ciudad de Buenos Aires, ciudad gringa que me tuvo apartao, se trasladó al norte argentino, afincándose un tiempo en la ciudad de Jujuy, que marcaría profundamente su espíritu poético, con sus paisajes y sus silencios. Su cultura lo dejaría cautivado. A partir de allí inició un peregrinaje, casi constante, por los más diversos lugares: la ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja , Uruguay, instalándose definitivamente en Montevideo, tras participar en una rebelión en defensa del gobierno popular de Hipólito Irigoyen, que había sido derrocado por la primera dictadura militar en nuestro país.
Por esos días graba sus primeras canciones para el sello RCA, como "La zamba del cañaveral", "La andariega", La arribeña", "La churqueña", "Tierra Jujeña", al mismo tiempo que publica sus dos primeros libros: "Piedra Sola" y "Aires Indios”. Al tiempo que vuelve a Bs. As. Continua con sus grabaciones, "Viene clareando", "Ahí andamos señor", "El arriero", "Zamba del grillo", "La añera", "La pobrecita", "Camino del indio".
Son momentos difíciles para Don Ata, que vuelve a sufrir la persecución, esta vez en manos del peronismo, el cual lo detiene más de una vez, sufriendo torturas y la prohibición de sus canciones y sus presentaciones en vivo. En tiempos de Perón estuve varios años sin poder trabajar en la Argentina …Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene.
Luego de algunos viajes por Latinoamérica y algunos países de Europa se instaló en Francia, país que lo recibió con los brazos abiertos hasta su retorno a la Argentina, pasada la década del 50, en su querido Cerro Colorado, que le pobló el corazón de vidalas y saudades.
En 1966, un nuevo golpe militar irrumpió en Argentina, reprimiendo y persiguiendo toda expresión de resistencia a un sistema perverso, instalado por monopolios y generales. Don Ata, payador perseguido, se traslada nuevamente a París, donde establecerá vínculos con Daniel Viglietti, Julio Cortázar y Pablo Neruda.
Nunca volvió a vivir en su Argentina natal, siempre fue y vino, desde París a su Cerro Colorado. Llevó su música y su poesía por los cinco continentes, grabando más de cuatrocientas canciones y una decena de manuscritos entre poesía, prosa y novela.
Una fría noche de Nimes, a 800 kilómetros de París, antes de una presentación programada, “Don Ata” decide salir de la sala, apoyado en su viejo bastón. Necesita respirar aire puro. Al recorrer unas cuadras a pie, ya en la habitación de su hotel, quedará dormido para siempre. Así Atahualpa Yupanqui se despedía de nosotros, de su pueblo, de su pago querido, añorando que Tal vez una tucumana bailando una zamba, se acuerde de él, y de su legado plebeyo.